sábado, 17 de diciembre de 2011

MADRE...


Cuantas horas en la cabecera de mi cama, velando mis sueños, expectante de cualquier dolor que pudiera surgir, preocupada por la evolución de mis operaciones. Horas que traté de compensar en aquellos tres meses, en los turnándonos los cuatro hermanos llenábamos aquellas horas de angustia en el viejo hospital de la Santísima Trinidad... ¡Cuantas horas echa usted al cabo del día!... Me dijo una enfermera, no respondí, solo pensé, se lo debo, muchas mas estuvo a mi lado y otras tantas que hubiera sido necesario lo habría estado. Mi pena, nunca confesada, es que el día que falleció yo estaba de viaje, muy lejos de esta fría Salamanca donde al llegar cada 17 de Diciembre el recuerdo de aquellas horas me encoge el alma. Ya hace 8 años y ¡parece que fue ayer!, 8 años en los que enmudecieron sus pinceles y sus cuadros quedaron huérfanos, mudos, colgados en la fría pared como testimonio de su paso por esta vida.

Dicen que nadie muere mientas alguien le recuerde. Aún quedan, cuatro hijos, nueras, yernos, siete nietos que aún la mantendrán viva en su memoria. Hoy el recuerdo se ha vuelto escrito, tratando de perpetuar esa memoria, hoy escribir cada letra me ha costado mas que nunca, Madre...mas que nunca...