lunes, 13 de noviembre de 2017

LA ABUELA

En silencio, acurrucada en el sofá, la mirada perdida en el vacío, desconectada de todo todo aquello que le rodea y de toda conversación que se fragua a su alrededor. Atenta a un televisor cuyo volumen está demasiado alto, pues ya casi no oye, quizá tampoco vea, pero es su única distracción. 89 años acaba de cumplir, en una vida llena dedicada a sus cinco hijos, su marido al que cada día echa de menos con mayor frecuencia. Inundada de recuerdos de su niñez, que una y otra vez repite, pero incapaz de recordar lo que ha hecho por la mañana.
La he mirado en silencio, he sentido la tristeza mezclada con la alegría de tenerla aún a nuestro lado, aunque sea así, en silencio, tratando en alguna ocasión de seguir, sin conseguirlo, nuestras conversaciones.
Es la “abuela”, aquella misma, que no hace muchos años era un auténtico torbellino de actividad y que, desde su inoportuna caída, quedó con un brazo partido que ya no se recupera y anclada en una inactividad casi total. Parece que en aquel momento se desconectó de todo y que el mundo se ha detenido ya para ella, aunque su corazón siga latiendo.
Es “una segunda madre” para sus nietos, a los que ayudó a criar y también para mí, que había perdido la mía.
Despierta ternura en su mirada, unos ojos que ya apenas ven, pero que agradecen con su mirada que sigamos pendientes de ella, que yo le ponga ese parco desayuno por las mañanas y que le suba la prensa, que hojea sin enterarse de nada.
La vida ya ha pasado para ella. Su imagen me muestra un camino que algún día recorreré y ruego a Dios que al final tenga a alguien cerca, igual que ella lo tiene ahora.
ABUELA, ¡Feliz cumpleaños!...

miércoles, 11 de octubre de 2017

UN ERROR GARRAFAL...

Ayer, una amiga e integrante de este grupo me preguntaba, ¿Qué es el síndrome postpolio? Y esto me recordó, que cuando oí hablar por primera vez de ello (yo aún no había tenido síntoma alguno, al menos que yo percibiera), fue en un programa de radio en el que un afamado medico de Barcelona, había comenzado a estudiar a una serie de pacientes que fueron afectados por la Poliomielitis en los años 50. Sorprendentemente, comenzaban con el paso de los años, a manifestar un cansancio extraño y sin justificación alguna, una debilidad en extremidades que antes eran normales, así como una pérdida de capacidad motora en ellas.
Yo, inmediatamente acudí para informarme al “sapientísimo GOOGLE” …Tras teclear “Síndrome post polio”, aparecieron ante mí una gran cantidad de enlaces que fui devorando uno tras otro. Confieso, que mi temor fue en aumento en cada consulta realizada, que en algún instante mis ojos se llenaron de lágrimas, ante el panorama que se me presentaba y la angustia aceleró los latidos de mi corazón.
Al final, encontré un detallado proceso de la enfermedad que terminaba con la frase “NO ES MORTAL” … ¡Bueno! …si uno no se consuela es por qué no quiere, pero mi error fue hacer esta serie de consultas. Una reprimenda de mi “santa esposa” (médico de profesión), me hizo asentar los pies en el suelo. ¡Si, efectivamente, yo ya estaba sufriendo esos síntomas!, Encaré con determinación ,que siempre había estado “limitado”, aunque yo no me sintiera como tal, que siempre supe encontrar la manera de superar obstáculos y no me detuve ante las dificultades. ¿Por qué iba a ser diferente ahora? Y tome la decisión de no volver a cometer ese error garrafal de consultar en internet, nada relativo a medicina, Derecho, política, futbol o lo que sea… ¡La verdad, no está ahí fuera! (Remedando a expediente X), la verdad está en los profesionales que si saben de qué hablan…¡Sr.GOOGLE, se queda Vd. Solo, para que yo pueda leer la prensa!

miércoles, 4 de octubre de 2017

¿Pero es que no saben dialogar?...

He dudado mucho si poner estas líneas al alcance de todos. Los que me conocéis, sabéis muy bien que no soy una persona políticamente” activa”, aunque tenga mis ideas (De hecho, renuncié en las últimas elecciones a una candidatura de un partido y con ello me gané la antipatía de algún amigo que ya ni saluda cuando nos cruzamos en la calle).
Uno se pregunta ¿Tan difícil es dialogar?, ¿Tan complicado respetar la opinión ajena?,¿Es necesario el uso de la fuerza,( tanto por unos como por otros), para que las ideas y posturas sean respetadas?
Puesto que no han parado este mundo, para bajarme de él, sigo viajando entre el desconcierto, la sorpresa, el desánimo, junto con miles de viajeros que no aciertan a descubrir su destino, que asombrados reciben información, unas veces cierta y otras manipulada, del final de su camino y el trayecto que todos recorremos, sin la libertad para protestar y lo que me temo es aún peor, sin la información correcta de lo que está ocurriendo y cuál es la próxima estación.
Se avecinan días tristes y el recuerdo de aquellos años sesenta, ha vuelto a mí, con tal fuerza que he vuelto a ver las calles llenas de gente y gente maltratada. Fuerzas de Seguridad que cumplen las ordenes de sus “amos” (Tanto en un sentido como en otro), igual que hicieron “Los grises” allá por los años sesenta. Ellos, también son “Ciudadanía”, ciudadanos que solo cumplen con su trabajo, como pueden y les ordenan, aunque siempre haya alguno (en toda empresa lo hay) que se pasa excediéndose en su cometido.
Buscar “Culpables” …Parece fácil…Nuestros dirigentes (SI…nuestros…pues así lo quisimos y nosotros los elegimos), ¡Desconocen el dialogo, la negociación!, carecen de empatía, quizá hasta de formación, educación y respeto al prójimo.
Disculparme, hoy, no tengo la alegría ni el buen humor, para contaros anécdotas graciosas. Una tristeza enorme ha invadido mi alma, al ver que la LIBERTAD, ha sido herida, que el ser humano, es capaz de hablar, pero no de dialogar, que la violencia y la resistencia han vuelto a hacer aparición en nuestras vidas y yo sigo sin poder bajarme de este mundo que gira en su loca carrera hacia un destino incierto.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

A pesar de todo...

Había iniciado mi paseo diario, pero algo me decía que no marchaba bien, un cansancio ya conocido y sin justificación alguna, aumentaba a cada paso. A los 150 metros, era tal, que me senté en un banco de piedra junto a la fuente que hay en el Paseo de Carmelitas, al lado de un anciano, que apoyaba su cabeza pensativa sobre un viejo bastón de madera. ¡Buenos días!, dije cortésmente, y fui respondido de igual manera. Hoy esta fresquito, comente, y aquel hombre levantando su mirada al cielo, respondió como si de una conversación de “ascensor” se tratara…si, hoy va a hacer frío…luego, rompiendo ese silencio que se produce tras una alocución forzada, comenzó a contarme que todos los días salía a pasear solo, que no tenía a nadie en su vida, pues su mujer había fallecido hacia unos meses y sus hijos, en la lejanía forzada por el exilio en busca de trabajo, apenas mantenían ya contacto con él.
Me contó sus desvelos y esfuerzos por sacar adelante a una familia, cuando en este país se podía tener más de un empleo, las mañanas de administrativo en un concesionario de automóviles y las tardes de contable para un establecimiento de electrodomésticos. Como dio carrera a sus dos hijos, que tuvieron que emigrar, pues en estas tierras, era imposible encontrar trabajo.
En sus ojos, distinguí en algún instante lagrimas a punto de brotar, cuando recordaba lo feliz que había sido con su esposa y como vieron crecer a sus pequeños, esos, que hoy apenas le llaman, pues ocupados en sacar adelante sus vidas, hoy olvidan a este anciano que deja pasar sus horas junto a aquella fuente, que hoy es su remanso de paz.
Al despedirme de él, sentí su profunda tristeza marcada por la soledad, pero pensé… ¡Soy un hombre con suerte! A pesar de todos mis achaques, tengo a mi mujer y a mis hijos, que aún en la lejanía, todos los días llaman una o dos veces, que siguen interesándose por sus padres y si pueden vuelven al hogar que les vio crecer. Quizá, algún día ( y Dios no lo quiera), yo también sea ese anciano que hoy se ha cruzado en mi camino, pero de momento, tengo que considerarme muy afortunado y agradecer que pese a todo, la vida no me ha tratado mal.

jueves, 7 de septiembre de 2017

Septiembre... Ese mes...

Perezosamente van cayendo los días de septiembre. Un mes que nunca tuvo para mi recuerdos buenos, y siempre fue el mes en el que se acumulan malas vivencias, que trato de esquivar en mi mente.
Septiembre, mi mes “maldito”. Mes triste, en el que siempre siento un bajón anímico que me llena el alma de pena. La luz del día ya no acompaña, las tardes se hacen más cortas y las temperaturas bajan como mi espíritu, siempre en lucha permanente contra la adversidad.
Los recuerdos de momentos tristes del pasado, me asaltan a cada instante, la nostalgia de mis seres queridos que ya no están entre nosotros, la lejanía de los hijos que volaron del nido, el recuerdo amable de antiguos compañeros, que aún siguen ahí, (pocos, pero los hay), preguntando ¿Cómo estás? Y a los que siempre respondo que bien, por no preocuparles ya que realmente siento su preocupación en la pregunta.
Septiembre, plagado de fiestas en mi ciudad, a las que antes acudía y a las que hoy, por miedo al tropezón y la caída entre la algarabía, me están prohibidas. Ya no hay niños a los que llevar al ferial, No hay amigos, con los que compartir aquellas cenas en “el Campo de Tiro de Salamanca” (los años y las enfermedades, se han han llevado a muchos de ellos). Solo me queda el consuelo, de ver disfrutar a quien me rodea, de una “caña”, sentado en una terraza, viendo pasar el bullicio de ciudadanos animados, gentes jóvenes que arrastran de la mano a pequeños ilusionados con su globo o asustados por las charangas que recorren hoy mi ciudad.
Los años no perdonan y septiembre, sigue siendo para mí, un mes extraño que deseo termine.
Supongo, que, en la vida de todos, siempre hay un “septiembre”, el mío es así y así os lo he contado.

jueves, 20 de julio de 2017

Esa extraña conexión...

No sé, si alguna vez os habrá pasado, que en un instante estáis pensando en uno de vuestros hijos que se encuentran en la lejanía y acto seguido, os suena el teléfono con una llamada suya. Que de pronto recordáis un momento lejano de vuestra vida y en ese momento tu hijo te pregunta por un detalle de aquella vivencia que un día le contaste y que hace unos instantes ni siquiera tu recordabas. Que tu mujer te dice: Hoy no ha llamado Fernando y nuevamente suena el teléfono o te manda un WhatsApp.
¿Es brujería o una conexión mental entre seres que se quieren y añoran?. A mí me  viene ocurriendo con demasiada frecuencia, en los últimos tiempos y no creo que sea fruto de la casualidad.
Haber convivido muchos años, en una relación estrecha y llena de cariño, nos ha creado un conocimiento profundo de unos y otros, de costumbres y hábitos que han quedado grabados en nuestro inconsciente y afloran en el momento menos inesperado, haciéndonos intuir respuestas a preguntas que no hacemos verbalmente y son respondidas en el acto, como si una conexión mental existiera entre nosotros y nuestros seres queridos.
Sabemos como van a reaccionar en un momento determinado, ante un problema o una situación complicada, que respuesta nos darán ante una pregunta concreta, ¿Telepatía?... no creo, más bien compenetración lograda a base de muchos años de convivencia y un lazo invisible de cariño que ata a los integrantes de este grupo familiar.
Uno, intuye la preocupación de los otros, sin que estos la hayan expresado, sabe de sus necesidades, sus ilusiones, sus alegrías, sin que estas se expresen verbalmente. Una mirada, un gesto, son suficientes para que esa conexión funcione sin Wifi ni Bluetoot, terminando por dar respuesta incluso a preguntas no planteadas.
¿Cómo llamaríais a esta comunicación?, a esta conexión inexplicable en la que las preguntas y respuestas se muestran sin haberse planteado de forma física…Yo lo llamo AMOR…

martes, 18 de julio de 2017

LA HISTORIA DE ARMANDO

Difuminados por el tiempo, los recuerdos de sus primeros pasos, llenos de dificultad, vinieron a la memoria de Armando.
Era muy niño, apenas un año y ya comenzaba su lucha diaria por poder mantenerse en pie, por poder caminar como lo hacían los demás, sin la necesidad de que alguien le sujetara para evitar a inexorable caída.
Recordaba sonriendo, aquel largo pasillo de casa, aquella incansable madre que día tras día, hora tras hora le dedicaba tiempo, sonrisas y mimos, animándole a seguir su escasa caminata de apenas unos metros.
Nunca la vio triste, quizá fue ella quien le contagio las ganas de vivir, de no perder la esperanza y dedicar cada momento a ganar la batalla que ya entonces le acompañaría durante toda su vida.
Las visitas a médicos de renombre, horas y horas de sesiones de rehabilitación, viajes interminables a un lejano lugar que llamaban Madrid, donde un ortopeda tomaba medidas y dibujaba bocetos de lo que sería aquel artilugio que le permitiría estar de pie, caminar erguido sin miedo a las caídas y jugar con sus hermanos y amigos.
La aparición en su vida de un “mago”. Paco Urbina, que dedico toda su atención y artes a paliar los estragos de una brujería que llamaron “polio”, a la que nunca llego a vencer del todo, pero si ganar tiempo y movilidad para aquellos miembros embrujados, que se negaban a trabajar.
Pasaron los años, Armando, nunca se sintió diferente, nunca desespero ni se dejó vencer por el pesimismo. El recuerdo de la sonrisa de su madre, era como el faro que guía al navegante en la oscura noche.
Hoy, rememora con asombro, como fue capaz de sobrevivir en un mundo laboral muy exigente, cumpliendo su cometido. Viajando sin cansancio, subiendo y bajando esas escaleras que hoy son su mayor barrera, manteniendo el paso en su caminar al lado de compañeros más jóvenes y con mayor energía, sin detener ni retrasar su camino pese a caídas inoportunas y largas andaduras, a las que logro vencer.
Armando añora y recuerda, hoy, mientras sigue con sus interminables sesiones de rehabilitación, aquellos viajes de trabajo, a un paraíso llamado “a Toxa”, aquellas convenciones que le hicieron recorrer mil ciudades españolas (Valencia, Córdoba, Coruña, Barcelona, Madrid, Ávila, León, Valladolid, Pamplona, Bilbao, Santander…), casi no quedo ciudad en el mapa, en la que no disfrutara caminando y admirando paisajes, compartiendo horas con compañeros y amigos, sintiendo, que a pesar de todo, era útil, no estorbaba a nadie y podía seguir su camino.
Los años han pasado, inexorables, han detenido su camino, unos dicen que, "de merecido descanso", pero él piensa que demasiado pronto para tirar la toalla…Queda tanto aun por vivir, por seguir admirando paisajes y compartiendo momentos felices.
Ha sonado el timbre que da por terminada la sesión diaria…Ya desconectado de los aparatos de rehabilitación, queda otro día por delante, los dolores le recuerdan que no debe forzar mucho la máquina, pero sus ansias de vivir, aceleran imprudentemente sus pasos. Otro día mas en el que dar las gracias por “estar vivo” …

miércoles, 5 de julio de 2017

Ahora hace 9 años...

Sentía que el tiempo se detenía por un instante. Nada me alertaba del peligro ni era capaz de entender que estaba sucediendo. Mis ojos parecían cruzarse y la vista en uno de ellos quedo apagada, como si lo hubiera cerrado en un guiño involuntario. Me frote la cara y los ojos y aquello no variaba. Fue entonces cuando llame a mi mujer, comenzando a alarmarme ante aquella ceguera momentánea. Como buen médico que es, inmediatamente reconoció los síntomas…Estaba sufriendo un ictus….
Fueron días, en los que realmente llegue a sentir MIEDO, ese miedo con mayúsculas, ante lo desconocido. Luego vinieron las pruebas, la claustrofóbica resonancia, y el dictamen demoledor… ¡Tienes taponada la carótida interna en un 98 %! . Creí, que el mundo se terminaba, (ahora hace 9 años), que ya nada peor me podía pasar y que el fin de mis días, estaba cercano.
Recordé todas mis batallas contra esa otra enfermedad que limito mis movimientos a los pocos meses de mi nacimiento. ¿Para qué tanta lucha?, pensé…y, sin embargo, seguí luchando, ahora en dos frentes, negándome a toda rendición y ganando pequeñas batallas que ya me acompañaran durante toda mi existencia.
Hoy, sigo empeñado en llevar la contraria a neurólogos y traumatólogos, que no entienden cómo puedo seguir en pie, caminando, sin dolores no soportables y negándome a la silla de ruedas.
Caminare, ahora con la ayuda de mis brazos apoyados sobre dos muletas, sonreiré maliciosamente, cada vez que vea una silla de ruedas y pensare para mis adentros, ¡Aun no! Y seguiré sorprendiéndome al recordar tiempos pasados, en los que una vida laboral activa, me llevo a recorrer media España, en la que hice miles de kilómetros al volante de mi coche, subí cientos de escaleras y camine…si, ¡camine!... al lado de mis compañeros sin interrumpir su caminata, sin retrasar sus pasos, sin ser una carga para nadie.
Hoy, la lucha sigue…desde el campo de batalla del centro de rehabilitación, redacto este “parte de guerra”, cual reportero en batalla, empotrado entre dolientes que tampoco se rinden con facilidad y pienso…Algún día, podre decir…”la guerra esta ganada” …

martes, 23 de mayo de 2017

SOÑAR

Soñaba y soñé, mis sueños se fueron cumpliendo, unos si, otros no, pero en ellos me sentí libre de las limitaciones de mi cuerpo. Corría sobre los verdes prados recién segados que vieron mi niñez y salte sobre las rocas de aquella añorada playa en la que las olas fueron mi juguete. Nada me impidió disfrutar de las caminatas por el monte con aquellos amigos, que hoy en la lejanía, siguen recordando mis esfuerzos físicos por mantener su ritmo, esfuerzos que no existen en mis sueños, en los que soy capaz de volar sobre las copas de los eucaliptos que bordean el camino. Un camino, de sueños que la realidad me permitió en parte y borro la parte negativa. Sigo soñando y cumpliendo sueños, ahora que el tiempo alejado de obligaciones laborales me da respiro para ello, pero mis sueños han cambiado, ya no camino a la orilla de las olas, sintiendo la fina arena en mis pies, no hago equilibrios entre las rocas tratando de alcanzar aquel huidizo cangrejo, que se ocultaba entre ellas. Mis sueños, son ilusiones que algún día se cumplirán, o no, en los que mi familia es el centro de ellos. Quizá algún día, pueda jugar con un nieto, aún lejano e incierto. Contarle, como fueron mis primeros años en el colegio y las mil aventuras vividas en largos veranos a la orilla del mar. Quizá pueda pasear de nuevo y sin agobios, aunque sea con mis ya inseparables muletas,  al lado de mi mujer recordando aquellos otros paseos de nuestra juventud, en los que los planes e ilusiones de nuestro futuro en común, fueron llenando las horas entre clase y clase. Hace ya 46 años que estamos juntos, 46 años soñando día a día llenando nuestra existencia y cumpliendo sueños. Hoy volví a soñar…y en ese duerme vela de las primeras horas de la noche, volví a sentirme libre, ligero, alegre y feliz de poder seguir soñando…

viernes, 5 de mayo de 2017

Numerologia,mi numero 11

NUMEROLOGIA, MI NUMERO 11...
Si hace unos días os hablaba de los números capicúas que aprecian en mi reloj digital, hoy la numerología me lleva a un número en concreto que ha aparecido durante toda mi vida en momentos determinados.
Nací un 11 de febrero, durante mis años de colegio, casi siempre me tocaba ser el número 11 de la clase, por orden alfabético. A los 11 años fue mi última operación quirúrgica de las cinco que trataron de mitigar mis dolencias. 11 hermanos pudimos haber sido, si no hubieran nacido muertos 7 de ellos por causas desconocidas. Casi 11 fueron los años de noviazgo, a falta de tres meses. 11 años pasaron desde la incorporación a mi primer trabajo, hasta que cambié de empresa a la Mutua de Seguros Reddis, como director de la Sucursal de Salamanca, Fui el empleado número 11 en Athena y en Allianz el e000011.
11 años camine si ayudas de bastones ni aparatos ortopédicos hasta que mis fuerzas fueron flaqueando. Otros 11 he seguido con ayudas mecánicas. 11 hace que tuve un pequeño infarto cerebral, sin consecuencias Gracias a Dios. 11 que dejé de ser Director de Sucursal y pase ocupar otros puestos más relajados que me ayudaron a llegar sin problemas a una jubilación definitiva y así si sigo repasando mi vida me encuentro que el numero 11 siempre ha estado presente. ¿Casualidad?, no creo, una vez, dos veces y hasta tres, pueden serlo… ¿El destino marcado?, Tampoco creo en la predeterminación de las cosas y en el futuro escrito de manera inalterable, pero ahí está, erguido como lo estuvieron las Torres gemelas, ese número 11. ¿Sera señal de los años que me quedan?, Tampoco lo creo!, pero algún significado que aún no alcanzo a comprender, tiene ese dichoso número once. Quizá algún día llegue a entender y si no…da lo mismo, ese 11 seguirá repitiéndose, estoy seguro, para bien o para mal, el número que me ha tocado en esta vida es el  ONCE ,¿Creéis que debo jugar a la lotería o a la ONCE ,con el numero?... a lo mejor hasta tengo la suerte de que me toque también…