miércoles, 31 de octubre de 2012

Las estadísticas dichosas....


Que todo en esta vida puede ser reducido a mera estadística, no le cave duda a nadie. Hay estadísticas (a parte de las electorales, manejadas a gusto de consumidor) para todo lo que os podáis imaginar.
Ejemplos: Numero de matrimonios que se separan al final de las vacaciones, numero de alumnos que abandonan los estudios, numero de pacientes que acuden a urgencias sin tener realmente nada, numero de veces que un empleado va al servicio durante la jornada laboral, cantidad de bolígrafos que se gastan en una empresa, veces que suena el teléfono ofreciéndote una cambio de operador, veces que ese mismo teléfono tiene que ser usado para que tu operador te arregle una avería, veces que escuchas Yesterday mientras te tiene en espera la operadora, veces que te contesta ( con suerte ) un españolito, seguramente mal pagado que hace horas para tener un sueldo de porquería aguantando mecha…veces que tienes que tocar el claxon para que el desaprensivo de turno quite de la puerta de tu garaje la furgoneta mal aparcada que no te deja entrar. Veces que te dan ganas de dar con la puerta en las narices al vecino pesado que te ha tomado, no por el presidente de la comunidad, si no por el presidente del gobierno y reclama hasta por la publicidad que le meten en el buzón. Veces que das gracias a Dios por no haber tenido que esperar demasiado en el dentista, veces que tu medico te recomienda que dejes de fumar, veces que no le haces caso. Veces que te aguantas para no dar un guantazo al mal educado que te cierra la puerta en las narices, veces que te entran ganas de cerrarsela a ese mismo tipo cuando viene detrás.
Las estadísticas sirven para casi todo. Te informan de las veces que ocurre o deja de ocurrir algo y las puedes usar tanto como justificante, como de disculpa, pueden ser el medio para saber si algo va bien o algo va mal, si el esfuerzo puesto en algo da resultados o no ha servido de nada y sobretodo… a mi me sirve para saber la cantidad de gente que ha entrado en este blog. (A fecha de hoy van 102.630 visitas) ¡Ostras!...las paginas que la gente mas ha visitado y el numero de comentarios recibidos, la procedencia del que visita el blog (Con sorpresa, además de España, veo que proceden de Méjico, Venezuela, Estados unidos y Canadá fundamentalmente y algún despistado de los países del Este que entro a través de la búsqueda de imágenes de Google).
Somos y terminaremos siendo pura estadística, estadística de nacimiento cuando venimos al mundo y de óbito cuando lo dejamos, habiendo sido estadística en la infancia, juventud, mayoría de edad y senectud, por una causa u otra. ¡Hoy soy uno más de los millones de internautas que cuelga algo en la red! ¡sigo siendo ESTADISTICA!...

martes, 30 de octubre de 2012

Lluvia de Otoño


Llovía, las baldosas mojadas, formaban una estupenda pista de patinaje, para quien normalmente camina con dificultad. Los coches, pasaban levantando olas del agua que el asfalto acumulaba y las gentes corrían a cobijarse del aguacero que caía. La luz gris del día era animada por el colorido de los paguas y el reflejo en el suelo de las luces de los escaparates. Bajando por la Calle Zamora, la torre al fondo, señala que la Plaza Mayor ya estaba cerca y que nos serviría de cobijo para poder pasear bajo sus soportales, dando vueltas mientras la tormenta pasa. Hoy el paseo diario se ha tornado difícil, por las inclemencias del tiempo. Terrazas vacías en las que el agua juguetea sobre las mesas tamborileando su monótona cadencia. Canalones que inundan aceras mojando los pies de los viandantes y un frío que es normal en esta época del año. Siete campanadas en el reloj del Ayuntamiento y poca luz por el cambio de  horario. Codazos en los soportales que llenos de gente producen una sensación de agobio, del que únicamente se puede escapar saliendo al exterior y pillando una buena mojadura. ¿Es que todo el mundo en Salamanca cuando llueve viene a la Plaza?
Plaza Mayor que alguno ha bautizado como la sala de estar de todos los salmantinos, ¡No deja de tener razón! Punto de encuentro común de visitantes y foráneos, en el que bajo el arco del Ayuntamiento, a la sombra del reloj, todo el mundo queda para encontrarse.  ¿Donde quedamos?, ¡debajo del reloj!, y todo el mundo sabe donde y a que hora…niños salpicando en los charcos, palomas cobijadas bajo los aleros, gentes encogidas por el frío y la lluvia insistente que no cesa. No ha quedado más remedio que volver a casa empapado hasta los huesos. Hoy el paseo se ha tornado incomodo, las inclemencias del tiempo que a pesar de todo no han logrado detener mi caminata. Lluvia de Otoño que hoy cambio el paisaje de mi ciudad.

lunes, 29 de octubre de 2012

Esa maratón de cada dia...


Era la primera vez que lo veía subido a un escenario, mi cámara no acertaba a encuadrarle con precisión,  para dejar constancia de aquel evento y mis manos temblaban mientras pensaba en lo nervioso que debía estar en su estreno en las cosas del teatro.
Entre divertido y preocupado, aquella hora y cuarto se me paso volando, la ilusión de ver a mi hijo interpretando su papel en aquel auditorio, me llenó de orgullo a la vez que de un sentimiento alegre al ver que había buscado en estos quehaceres una manera de superar su miedo escénico a los exámenes orales en los que siempre sufría lo indecible. Fue una decisión acertada, que ilusiono a su madre y a su abuela que rieron y aplaudieron con todas sus ganas.
Muchas veces, uno debe buscar el remedio a miedos injustificados en cosas tan dispares como en una obra de teatro, en la lectura de algún libro o simplemente en la distracción de preocupaciones con algún entretenimiento que nos haga olvidar ese sentimiento de imposibilidad e impotencia ante algo. Simplemente hay que lanzarse, pensar que se puede, sentir como la fuerza de la voluntad, supera el miedo y los reparos. Luego, todo viene rodado, los problemas e impedimentos, desaparecen cuando uno lo intenta y al final acabas sorprendido por lo logrado.
Todo esfuerzo tiene su recompensa, aunque esta sea la simple satisfacción de lograr el objetivo. Muchas veces el simple reconocimiento ajeno, (que por desgracia casi nunca llega) vale mas que los premios, galardones, primas y emolumentos que indudablemente deberían acompañarlos si de trabajo se trata. Cuando la cuestión es superar o superarse a uno mismo ante complejos y limitaciones, solo, llegar al final es la máxima recompensa y se de lo que estoy hablando. Siempre me tocó pelearme conmigo mismo para derrotar miedos y perezas, para moverme en cualquier circunstancia sin que cuestas y escalones fueran obstáculo a mi inseguro caminar. Hoy que los años me lo ponen mas difícil, sigo pensando que no hay nada insuperable, que de una manera u otra uno tiene que llegar al final, a esa meta a la que se llega aunque uno no lo haga el primero ni bata ningún record.
Cada mañana inicio mi particular maratón, esa carrera de obstáculos que solo termina cuando al anochecer me voy a la cama con la satisfacción e haberle ganado un día mas a la vida…y mañana…de nuevo la batalla.

jueves, 25 de octubre de 2012

Sin límites...


Una mirada a nuestro entorno, nos puede servir de referencia, como se perciben las cosas de manera distinta, dependiendo de los ojos que lo contemplan.
La interpretación de las cosas y los hechos son siempre subjetivos y en ellos intervienen siempre nuestras experiencias, buenas o malas, que ha ido dejando huella durante toda nuestra vida.
La mía ha debido ser siempre positiva, es rara la ocasión en que algo me molesta o preocupa mas allá de los que es debido o razonable. Sin saber por que siempre termino por encontrar la parte positiva de las cosas y es anormal la ocasión en que percibo problemas, la mayoría de las veces inexistentes y obstáculos insalvables.
Quizá, el hecho de haberme tenido que enfrentar toda mi vida con dificultades físicas, (que para los demás no existen), ha creado en mí un escudo de defensa, que repele lo negativo en favor de la parte positiva de las cosas.
Si en alguna ocasión, hubiera llegado a pensar… ¡No puedo!, seguramente no habría podido y habria terminado por auto limitarme. Sabedores de esta manera de pensar, mis padres nunca se opusieron a que yo montara en bicicleta o en moto, a que fuera solo, caminado con mis muletas hasta el colegio o que bajara a jugar a la calle con mis amigos del barrio aún a sabiendas que en muchos de sus juegos yo no podría participar al no poder correr o saltar como les demás. Nunca nadie me impidió nada y mi libertad para moverme como quisiera era absoluta, por lo que tuve que adaptarme al medio como buenamente pude y creo que al final conseguí cosas que podrían ser impensables dada mi condición física.
Observo con cierta sorna y algo de incredulidad, la excesiva protección que hoy en día, prestan los padres a sus vástagos, que en perfectas condiciones físicas y mentales son limitados en algunas actividades que erróneamente consideran peligrosas y sin embargo les permiten pasar horas pegados al ordenador y la TV sin que posiblemente lleguen algún día a saber lo que era jugar a “guardias y ladrones”, “al burro”, “al clavo” a “pídola” o “al escondite inglés” (con el riesgo que tenían alguno de estos juegos, de que realmente te cayeras, o clavaras aquel rudimentario artilugio que una y otra vez clavabas en el suelo).
Ya no corretean por las calles, hoy atestas de vehículos, no llegan siquiera a pelearse entre ellos (estaría mal visto, o el tema se trataría como un acoso escolar o que se yo…).
Pegados y apegados a la informática, sin embargo, luchan contra seres imaginarios de la manera mas cruenta y cruda aunque irreal, entran en paginas que posiblemente no estén adecuadas para su edad y reciben información que sus mentes aún no formadas no son capaces de digerir.
Cuantas veces nos lesionábamos las rodillas en caídas estúpidas ¡y no pasaba nada!, nos hacíamos un chichón en la cabeza por golpes tontos ¡y no pasaba nada!, hoy entre algodones, se crían (mal crían) llenos de caprichos que consiguen con facilidad, sin imaginación para hacer de una chapa de botella un coche de carreras o de un viejo cajón y unos cojinetes un vehículo con el que deslizarse cuesta abajo. Protegidos, psicoanalizados y en el peor de los casos medicados con tranquilizantes al considerarles hiperactivos, terminaran por ser el germen de una sociedad dormida, fácil de manejar y manipular en la que siempre habrá alguien que termine por sacar tajada.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Y volvieron a las calles...


Hoy les he visto pasar  portando sus pancartas reivindicativas, apiñados formando un grupo compacto en lo físico y en sus voces de protesta, jóvenes desilusionados, angustiados ante su incierto futuro y tremendamente reivindicativos como hacia años no les veía.
Me recordaron aquellos años setenta y tantos, en los que las asambleas en las facultades eran nuestro pan diario, y aquellas manifestaciones, prohibidas y represaliadas con las que se pretendía acallar el descontento general y la injusticia manifiesta de un régimen totalitario que no se por que, comienza a recordármelo algo el actual gobierno.
Hoy, iban escoltados por la policía, las formas eran distintas, (no había persecuciones, era escolta y apertura de camino para estos manifestantes)  las preocupaciones también son diferentes,  pero ahí estaban de nuevo, los estudiantes descontentos. Durante muchos años he sentido que la juventud estaba dormida, usando uno de sus términos, “pasota”, acomodada en un devenir que se prometía o le prometían brillante y que hoy se ha tornado triste, problemático y eventual, en el que solo queda ya la protesta ante el descontento general, sumándose a los funcionarios y los pacientes a los que se ha dejado sin centros de urgencias a los que acudir, a los jubilados, a los que se hace pagar ahora sus medicamentos o a los que por mala fortuna necesitan de la ayuda física de otro para poder sobrevivir y se les retira la ayuda económica necesaria.
Protestan y se manifiestan sabiendo que muchos de ellos ya no podrán seguir sus carreras por motivos económicos, defraudados, solo les queda el derecho al pataleo sabiendo que son el futuro, un futuro que hoy se trunca y nos deja ver de nuevo que quienes nos gobiernan ( sean del color e ideología que sean), no son capaces de ilusionar, incentivar, estimular y seducir a esta sabia que hoy se estanca, para lograr un país prospero, en el que la sabiduría y conocimientos adquiridos en la universidad no terminen germinado en otros países en beneficio de quienes quizá hoy nos aprietan e impiden nuestro desarrollo.
Me he sentido identificado con ellos, un nudo en la garganta, me ha impedido unirme a sus voces de protesta, pues yo también tengo un hijo labrándose un futuro en esa Universidad hoy casi inaccesible. Se que conoce las dificultades con las que se va a encontrar, pero también siento su ilusión por lograr un hueco donde demostrar su valía.
Hoy habria gritado con ellos, me habria manifestado a su lado, si no fuera por que a mis 60 años desentonaría con aquel numeroso grupo de veiteañeros que hoy volvieron a salir a la calle, tras años de silencio.

jueves, 11 de octubre de 2012

¡Tengo derecho a...!


Es curioso ver como la mayoría de la gente cuando acude a una oficina a reclamar algo solo recuerda “Sus derechos”…nunca sus obligaciones, y esto que a nivel de trabajo diario observamos con harta frecuencia es algo muy extendido, “todo el mundo tiene derechos”… parece ser que ninguna obligación o al menos no se acuerdan de ellas.

Los derechos que la gente esgrime, en la gran mayoría de los casos no suelen estar reglamentados en ningún sitio, solamente lo que les parece de sentido común y por el mero hecho de serlo en ocasiones, lo convierten de derechos cual si de legisladores se tratase…y así algo tan común como pedir una información, se convierte en “un derecho a la información”, cosa que en ocasiones por tratarse de cuestiones muy privadas no se puede dar a cualquiera, o el propio interesado debe cumplir unos requisitos mínimos como puede ser el identificarse correctamente para tener acceso a la información.( obligación que olvidó y cuando se la recuerdas pone mala cara)º

Otras veces… la señora de la cola en el supermercado…aduce su derecho a pasar antes por caja por que tiene prisa o por que lleva pocas cosas…derecho que te hace saber con un codazo y poniendo cara de malas pulgas por que tu llevas muchos mas productos que ella y tiene que esperar.

La gran mayoría de las veces se confunde la educación con el derecho y como tal se aduce…tengo derecho a pasar yo primero en la acera pues vengo a mi derecha (Confunden el código de circulación con la cartilla de urbanidad a la que ya dedique un post hace tiempo), o… tengo derecho a tener un sitio en autobús urbano…y así un sin fin de situaciones.

Pocos recuerdan sus obligaciones…no tirar papeles y colillas en las calles, cerrar bien las puertas de un ascensor, no entorpecer el paso a la puerta de unos grandes almacenes o la puerta de una comunidad, con tertulias callejeras…

Derechos y mas derechos sin estar apoyados en obligaciones…y uno se pregunta ¿Quién tiene la culpa de que la gente actúe así?... se han relajado las normas de educación y todo el mundo se cree con derecho a todo, a criticar al vecino, a espiar sus conductas y exponerlas a la luz publica, a poner en entredicho y en tela de juicio cualquier situación… ¡por que sí! Por que tengo derecho a expresar mis opiniones (sin tener en cuenta los derechos de intimidad del vecino o la obligación de tener prudencia cuando se juzgan conductas de otros)

En este país… decía un amigo mío… todos somos seleccionadores de fútbol…abogados…médicos…jueces y si me apuráis hasta enterradores, entendemos de todo y de nada, pero que nuestros derechos…ni nos los toquen.

domingo, 7 de octubre de 2012

Psicoanalizando...

Muchas veces he relatado en este blog mis dificultades y en ocasiones esfuerzos para hacer una vida que podría llamarse normal, dentro de mi incapacidad para caminar durante mucho rato o para subir escaleras, muchas veces, y deben ser los años, me encuentro con obstáculos que antes superaba sin apenas esfuerzo y que ahora provocan en mi cierta desazón para superarlas. Pero esto no ha ocurrido siempre, una conversación con un amigo de la infancia, hace unos días, me recordaba su asombro ante mi manejo de la bicicleta, esa misma que ahora me deja con la lengua fuera y con la que apenas puedo recorrer unos 300 metros. Aquella bicicleta BH roja que me sirvió de vehículo para llegar todos los días al colegio y que aparcaba en los cuartos del carbón, pues no había otro sitio donde dejarla. Me recordaba montado en ella, correteando por el patio de los Maristas, perseguido por otros ciclistas que eran incapaces de alcanzarme y como en ocasiones hacia la burrada de soltar las manos y dirigirla solamente con mi cuerpo sin tocar el manillar con una pericia que ahora me parece imposible. Como en mas de una ocasión y pese a todo, tiraba mis muletas desde el muro del Campo San Francisco y detrás de ellas me descolgaba saltando desde mas de dos metros de altura haciéndome el machito ante mis amigos (No sé como no me rompí la crisma mas de una vez), Era capaz de seguir el ritmo en los juegos con mi hermano y mis amigos Juan Antonio, Rudi, Samuel, Fernando, Jesús, que formábamos un grupo unido por la vecindad y el colegio. Nunca me sentí diferente, nunca llegaron a pensar en mi como alguien que no podría hacer determinadas cosas y en ocasiones era yo precisamente quien las hacia y ellos no se atrevían. Tampoco recuerdo una protección especial ni una preocupación desmedida de mis padres y quizá eso fue lo que hizo que yo asumiera como normal, lo que nunca lo fue. No poder subirme a unos patines, ni correr, ni jugar al fútbol o al baloncesto fue motivo de trauma, ni necesitó como hoy hacen mil madres histéricas, que mis padres me llevaran a ningún psicólogo. Sabía perfectamente hasta donde podía llegar, que podía hacer y que no, asumiendo sin inconveniente alguno que si yo tenía limitaciones había otros que sin ser tan patentes también las tenían y no pasaba nada.
Hoy hay una histeria colectiva, me da la risa cada vez que oigo que alguien manda a su hijo al psicólogo por cualquier cosa, que se habla con mucha frecuencia de niños hiperactivos y se les trata como bichos raros sometiéndolos a ojo escrutador de estos profesionales, en los que no tengo ninguna confianza (lo siento, me parecen una profesión que ha dirigido mal su objetivo buscando un licito negocio), por eso, el otro día metí la pata cuando uno de mis sobrinos estaba molestando descaradamente a alguien que se encontraba cerca ante la mirara impasible de su madre que no le llamaba la atención. Por vergüenza ajena me disculpe diciendo ¡Perdone, es que su madre es psicóloga y le consiente todo para no traumatizarle!, fue entonces cuando al contestarme me di cuenta de que había patinado ¡No se preocupe yo también soy psicóloga! (Leñe, esto si que fue un tropezón) y pensé, ¡Estamos rodeados de psicólogos y continuamente analizados en nuestros actos sin que nos enteremos,¡es para poner lo pelos de punta! ¿Verdad?

viernes, 5 de octubre de 2012

A vueltas con el otoño...



En alguna ocasión ya dije que los meses de otoño son para mi, meses tristes de aniversarios que uno no debería recordar, de fechas en las que desaparecieron seres queridos y fechas en las que la tristeza hace presa sin que uno pueda evitarlo. La falta de luz, el sol que ya no acompaña, los días mas cortos y el frió, no ayudan a levantar el animo y a veces me descubro momentos de tristeza en los que todo parece oscuro, negativo, las pequeñas alegrías parecen diluirse pronto y parece que uno entra en el túnel del invierno.
Observar la lluvia sentado frente la ventana y el corretear de los viandantes para no mojarse, respirar ese aire húmedo y frió dejando volar los pensamientos a tiempos pasados, tampoco ayuda mucho y es que la vida es una mezcla de todo, tristezas y alegrías, luz y sombras, pasado y futuro, certeza e incertidumbre.
Octubre comienza una vez más, los tonos amarillentos del otoño, mezclados con verdes apagados de los árboles, cigüeñas, reuniéndose en lo alto para viajar a terrenos mas calidos, calles ensombrecidas y gentes abrigadas que han perdido los colores alegres de verano, otro otoño mas recordándome que yo también comienzo a entrar en la edad otoñal, en la que los problemas y preocupaciones deberían de ser ya menores o al menos asumidas con una nueva filosofía, según he oído contar a mis mayores y que aún no experimento, o al menos eso creo yo.
La tranquilidad que según dicen se siente al estar ya de vuelta de muchas cosas, al tener ya una experiencia y conocimiento de esta vida, al haber pasado ya por muchas vicisitudes, al haber conseguido una estabilidad tanto física, emocional, social y económica, aún no ha llegado a mi, ¿será que no he llegado aún a ese otoño?, 60 años tampoco son tantos como para estar de vuelta de todo y sigo notando que hay muchas cosas que me afectan, quizá mas de las esperadas, quizá mas de las que deba asumir o quizá mas de las que cabía esperar, pero aquí sigo, sintiendo el otoño triste como todos los otoños últimos de mi vida que espero no sean presagio del otoño de la edad que me espera.