viernes, 24 de agosto de 2012

Pequeños detalles


Luz y sombras jugando a dibujar sobre los prados figuras que la imaginación transforma en objetos cotidianos, mientras en la lejanía un tañer de las campañas del viejo reloj en la torre de la Iglesia de San Roque, marcan el medio día.
Un vetusto carro de madera tirado por dos bueyes, con su crujir de ruedas gastadas por el tiempo, recorría aquel polvoriento camino, cargado de paja para el ganado que dormitaba en la pradera.
En su camino, se ha cruzado con el cartero que montado en su bicicleta, hacia el recorrido diario para el reparto de la correspondencia, mientras atareados labriegos, a golpe de guadaña, dejaban en el aire ese olor de hierba recién cortada que refrescaba en ambiente.
En el acantilado, las olas jugaban a tejer mantos de espuma sobre las rocas, mientras las gaviotas trenzaban en el aire mil piruetas sobre un pesquero que faenaba cerca de la costa.
Imágenes que quizá mi madre hubiera podido captar en sus cuadros y que yo solo soy capaz de pintar tenuemente en mis escritos. Aún tengo en mi memoria aquel caballete y aquellos lienzos que con paciencia infinita y habilidad innata se llenaban de color e imágenes a golpe de pincel y espátula, manejados con mano firme creando un reflejo fiel de un paisaje que uno solo logra tímidamente plasmar a golpe de teclado en este ordenador.
Muchas veces, me he quedado mirando aquellos cuadros que hoy decoran las casas de mis hermanos y la mía y me he sorprendido ante detalles en los que uno no suele caer en la contemplación de paisajes y lugares, pero que fueron fielmente retratados. Siempre admiré ese “ojo especial” que tiene el artista para ver lo cotidiano y que se nos escapa al ojo profano. No hace mucho lo comentaba con un amigo fotógrafo que enseñándome un foto de la Plaza Mayor de Salamanca (¡Cuantos miles de veces habré pasado por el mismo sitio!) y nunca me había fijado en que el techo de los soportales esta plagado de vigas de madera…
De igual manera, supongo, pasamos por la vida sin caer en pequeños detalles, sin reparar en momentos que nunca mas volverán a repetirse y que habiéndolos vivido, no habremos captado en toda su intensidad.