martes, 27 de marzo de 2012

Estado obsesivo...

Seguía dándole vueltas a lo ocurrido durante el día y aunque por todos los medios trataba de distraer mis pensamientos en otras cosas no me era posible. Supongo que os habrá ocurrido en muchas ocasiones que una idea se fija en vuestra cabeza (cual melodía machacona) y aunque uno trate de desterrarla, ahí sigue, dale que dale volviendo al mismo tema, que no encuentra solución o aclaración razonable. Encendí el televisor, comencé a leer un libro, pase paginas y páginas de prensa sin apenas ver su contenido, pinché mi disco preferido, me fui a la cocina y preparé un café, saque del cajón de los medicamentos un paracetamol para calmar el dolor de cabeza y opté por salir a la calle a dar un largo paseo con mi mujer a la que posiblemente terminé aburriendo con esa idea obsesiva que se había apoderado de mi, aunque ella no dijera ni pío y asintiera a cada uno de mis razonamientos, a los que no puso ningún reparo y entiendo que por encontrarlos todos ellos razonables ya que en caso contrario y como es habitual me haría aportado algún enfoque distinto y abierto los ojos en alguna de las cosas en las que podía estar cegado.
Llegó la noche y rendido por tanta elucubración traté de conciliar el sueño, pero una y otra vez, obsesionado, fui incapaz de conseguir el reparador descanso. Si hubiera sido en otra época, seguramente me habría levantado y encendido mas de un cigarrillo, pero no, en esta ocasión, permanecí en silencio para no molestar y supongo que terminé por dormirme.
Esta mañana, me he arreglado, afeitado y desayunado con la misma idea en la cabeza y una pregunta que siempre se ha estado repitiendo durante todo el tiempo ¿Pero es que nadie es capaz de ver y mucho menos valorar lo que uno hace en su trabajo? ¿Será que no se vender mi labor diaria y solo se cual burro, al que ayer aludía, trabajar y trabajar sin esperar otra cosa que la satisfacción personal? Treinta y un años trabajando no me han hecho escarmentar ni aprender las “mañas” de otros que saben “escaquearse”, alumbrar como éxitos propios los éxitos de otros, retrasar su labor para que parezca que tienen mucho que hacer y echar balones fuera para que los recoja el compañero.
Parece mentira que a estas alturas del partido uno comience a estar desencantado ( No estoy diciendo desincentivado ni derrotado, pues mi amor propio me lo impide) Seguiré dando todo de mi y volcándome en un trabajo que me gusta y hasta el momento salvo algún momento puntual, no me ha dado mas que satisfacciones.
No diré que me ocurre, a nadie importa, solo expreso un sentimiento que nunca creí llegara a poder sentir y que desde hace unas horas mantiene parte de mi enredado en una pelea para volver a mi estado habitual de optimismo y esperanza, que seguramente volverán en unas horas y todo me parecerá un mal sueño.