miércoles, 11 de enero de 2012

Hace ya dos años...


Hace ya dos años que sufrí un ataque nuevo a la salud, días en los que el miedo que nunca estuvo presente en mi vida me hizo comprender lo frágiles que somos y como en un instante podemos dejar de ser y pasar a no ser o a no estar.

Gracias a Dios y a los cuidados de mi mujer y los médicos, todo quedó en un aviso, un serio aviso, para que comenzara a cuidarme mas y a valorar lo que realmente tiene valor en esta vida.

Aprendí, que no hay que perder nunca la sonrisa, que el miedo se combate con el optimismo y el dolor con el buen humor, que echando una mano allá donde se necesita, uno se siente útil y mejor que estando de brazos cruzados mirando pasar el tiempo, ese tiempo que por ser tan valioso, no se debe desperdiciar nunca. Entonces aprendí el verdadero valor de las gentes activas, de esos que no saben estarse quietos, de los que amanecen tratando de hacer algo provechoso durante el día y terminan sintiendo que el día termine, con todo lo que aún queda por hacer.

Sentí miedo ante la brevedad de la vida, es verdad, pero aprendí que no se puede perder el tiempo, la alegría, él ánimo constructivo, la tranquilidad de saber que uno se esfuerza y el esfuerzo tiene resultados.

Alguien, seguidor de este blog me preguntaba como era capaz de mantener siempre este animo alegre, con la que cae a cada instante (La misma pregunta que hacen a Gila un grupo de humoristas en un anuncio, fue mi comentario) y me eche a reír mientras respondía ¡no lo se!... Y si lo sabia, fue la promesa que me hice hace dos años de disfrutar cada segundo vivido y dar gracias por ello, con una sonrisa, esa misma que se me escapa cuando aún estando agobiado por el trabajo, la esbozo si alguien me pide que haga algo o eche una mano y acto seguido me pongo a la tarea pensando ingenuamente, ¡me necesitan!. Aún a sabiendas de que no soy imprescindible.