lunes, 9 de julio de 2012

Terminar siendo una simple anécdota...



Hoy, alguien me decía… He estado con “fulanito” y me ha estado hablando muy bien de ti… Instintivamente me llevé la mano al pecho… ¡Si!... ¡el corazón me seguía latiendo!, luego me di un pellizco…  ¡estoy vivo!... que extraño que alguien haga alabanzas de uno mientras uno sigue vivo…Decía mi padre… “Dios nos libre de la época de las alabanzas”, (refiriéndose claramente a la muerte) y es que estamos acostumbrados a que solo se hable bien de los difuntos aunque estos en vida hayan sido unos auténticos cafres, y así decimos… “era un hombre de carácter”, cuando en realidad lo que era, un tipo con muy mala “leche”…o tenia “una tranquilidad pasmosa”, cuando en realidad, era un Vago tremendo y lo que tenia en lugar de sangre era horchata.
Decía Enrique Jardier Poncela que toda nuestra vida quedará resumida en una mera anécdota y es cierto, así recordaremos por ejemplo al Sr. Clinton, por sus escarceos en el despacho Oval, a Sigmund Freud, por interpretar los sueños, A Stephen Hawking, por una silla de ruedas parlante, a Trillo por un ¡Manda huevos!, ¿y a mi, por que me recordarán?, ¿Por mi aprensión y  prevención frente a las escaleras?, ¿como un diablo cojuelo que escribía en Internet?. Durante muchos años he sido Fernando el de Winterthur, en algunas ocasiones y en otras el de Allianz…Un honor que a uno se le recuerde por haber estado ligado a una gran empresa, pero también triste que solo se le recuerde a uno por esto, cuando he dedicado toda una vida a otras cosas que no fueron el mero trabajo diario para ganar un sustento.
Me gustaría que se me recordara de mil maneras, pero ninguna de ellas relacionadas con la labor diaria…Como el cojo al que le gustaba tunear sus coches, como el aficionado impenitente a la informática y los móviles, al que todos acudían para resolver sus dudas, como el enamorado de un paraíso natural llamado Asturias y por su puesto como el padre obsesivo y a veces obsesionado por el bienestar de sus hijos a los que dedicó todos sus desvelos. Pero mucho me temo que seré recordado (si es que alguien, a parte de la familia me recuerda), por cualquier anécdota peregrina que pueda acaecerme en esta vida. Será entonces, cuando uno ya no pueda oír nada, cuando posiblemente aparezcan los reconocimientos a esfuerzos que uno realmente hace, para que todo salga bien esta vida, para que nadie pueda quejarse de mi actuación o para que otros tengan una vida mejor.