jueves, 7 de septiembre de 2017

Septiembre... Ese mes...

Perezosamente van cayendo los días de septiembre. Un mes que nunca tuvo para mi recuerdos buenos, y siempre fue el mes en el que se acumulan malas vivencias, que trato de esquivar en mi mente.
Septiembre, mi mes “maldito”. Mes triste, en el que siempre siento un bajón anímico que me llena el alma de pena. La luz del día ya no acompaña, las tardes se hacen más cortas y las temperaturas bajan como mi espíritu, siempre en lucha permanente contra la adversidad.
Los recuerdos de momentos tristes del pasado, me asaltan a cada instante, la nostalgia de mis seres queridos que ya no están entre nosotros, la lejanía de los hijos que volaron del nido, el recuerdo amable de antiguos compañeros, que aún siguen ahí, (pocos, pero los hay), preguntando ¿Cómo estás? Y a los que siempre respondo que bien, por no preocuparles ya que realmente siento su preocupación en la pregunta.
Septiembre, plagado de fiestas en mi ciudad, a las que antes acudía y a las que hoy, por miedo al tropezón y la caída entre la algarabía, me están prohibidas. Ya no hay niños a los que llevar al ferial, No hay amigos, con los que compartir aquellas cenas en “el Campo de Tiro de Salamanca” (los años y las enfermedades, se han han llevado a muchos de ellos). Solo me queda el consuelo, de ver disfrutar a quien me rodea, de una “caña”, sentado en una terraza, viendo pasar el bullicio de ciudadanos animados, gentes jóvenes que arrastran de la mano a pequeños ilusionados con su globo o asustados por las charangas que recorren hoy mi ciudad.
Los años no perdonan y septiembre, sigue siendo para mí, un mes extraño que deseo termine.
Supongo, que, en la vida de todos, siempre hay un “septiembre”, el mío es así y así os lo he contado.