domingo, 6 de mayo de 2012

Recuerdos de una madre...

Tres ruedas, lo último en tecnología de la época y una arriesgada conductora, mi madre, que causaba expectación cuando hacia circular su vehículo en aquellos años cincuenta cuando muy pocas mujeres se atrevían a tales menesteres. En el sidecar, mi hermano y no, abrigados hasta los topes y disfrutando de paseos en aquella vespa, que mi padre cuidaba con esmero. Eran tiempos en los que los coches se importaban del extranjero y una incipiente industria llamada SEAT comenzaba su andadura en Cataluña fabricando un SEAT 600 que posteriormente sustituiría en casa a esta joya de la carretera.

Mis recue rdos son vagos, en ocasiones unas gafas de sol atadas con una goma servían de protección frente al frío, trenka, gorro de punto y bufandas hacían las veces de los modernos trajes para motoristas.

Fue viajera intrépida, en tiempos en que las carreteras tenían un solo carril, bordeadas de árboles y sin apenas tráfico. En los cruces, los guardias urbanos, subidos en pedestales con sombrilla, le facilitaban el paso cortésmente cuando la veían venir, con una sonrisa entre divertida e incrédula. Siempre fue muy avanzada para su época, precursora de las miles de conductoras que hoy circulan por nuestras carreteras.

Ahí la tenéis, con su moto engalanada durante un descenso del Sella, en el que era costumbre decorar los vehículos que seguirían la bajada de las piraguas desde Arriondas hasta Ribadesella bordeando el río. Haciendo patria como buena salmantina, colocó un cartel bien visible con el nombre de su ciudad y los típicos collares de flores adornaron sus cuellos. Eran otros tiempos, donde conducir servia de distracción y relajo, sin el peligro de un tráfico intenso, abigarrado, nervioso y rápido en el que las prisas no existían y se podía disfrutar del camino.