miércoles, 31 de octubre de 2018

Una reflexión

Permitirme una reflexión: Ahora, a mis 66 años y tras 34 de vida laboral, pasé por 4 compañías en las que los cambios, fusiones, reorganizaciones y variaciones de métodos, fueron constantes. Necesarios, si me apuráis, aunque dolorosos muchas veces.
La vida es un continuo movimiento imparable, que en la mayoría de los casos no depende de nosotros. Asumir esto, es tanto como asumir que uno no es eterno, inmortal, inmune a la enfermedad. Aprender a adaptarse al cambio, no es fácil, es necesario si se quiere sobrevivir y la lucha diaria con el entorno y nuestras propias limitaciones, más las impuestas por ese movimiento continuo de una sociedad viva, no debe decaer en ningún momento.
Luchar, por lo que nos parece justo, denunciar la injusticia, exigir un derecho, no debería ser censurado por nadie, Tener derecho a una información veraz y contrastada, es tanto como pedirle al médico que no nos mienta en los resultados de la última revisión, o al político de turno que no nos oculte la situación real por la que atraviesa un país.
Tres fusiones he pasado en
mi vida, cambios estructurales y de métodos de trabajo, cambios en objetivos y lugares. Ahora, que los años varían la perspectiva de las cosas, entiendo que muchos de estos cambios fueron necesarios, que lo que en su día me pareció injusto, hoy veo como algo que termino por favorecerme o demostrar mi valía, haciéndome más fuerte contra la adversidad y poniendo a muchos en su lugar.
No hay que dar lugar al desaliento, pese a que la información que se facilite sea sesgada, adulterada o falsa en ocasiones. Asumir, que todo está sujeto a cambios y que no somos eternos, nos ayudara a seguir luchando en esa incierta existencia que nos toca vivir cada día.
Ser felices, compañeros, que la vida se va muy deprisa y no podemos controlarlo todo.

domingo, 16 de septiembre de 2018

LAS INCOMODAS PREGUNTAS

No sé, si os habrá pasado en alguna ocasión, pero si puedo asegurar que a mí me ha ocurrido, desde que tengo uso de razón.
Hay momentos puntuales en la vida, en los que, en más de una ocasión, recibes la pregunta de rigor…
Cuando eres estudiante, ¿Cuándo terminas la carrera?, si la terminas, vine la siguiente pregunta, ¿Cuándo te echas novia?, para continuar, cuando ya la tienes con, ¿para cuándo es la boda?.
Ya imagináis todos, que al poco de casaros, la pregunta será, ¿Y para cuando los niños? Y cuando estos y tú ya vais teniendo unos años, la pregunta será, ¿Sois abuelos?
Pero cuando los años ya han pasado, hay una pregunta inevitable… ¿Cuándo te jubilas? y es aquí, precisamente aquí, cuando las preguntas terminan y aparece un silencio incómodo y no es porque la gente haya dejado de hablarte, porque ya no le importes a nadie, si no, porque la pregunta lógica, ¿adivináis cual seria?, pues esa que nadie se atreve a hacer ya, y que supone el fin de una larga existencia…¿Cuándo te mueres?...
Uno, al que los años ha ido haciendo suspicaz, cuando intuye que algún interlocutor puede estar pensando en ello, sin atreverse a preguntar, bien porque pese a sus halagos de ¡Qué bien te veo!, ¡Te encuentro, estupendo!, ¡Qué bien te conservas!, suelo adelantarme a sus pensamientos y suelto aquello de… “Aun tengo carrete para rato”, zanjando así el asunto de pregunta incomoda, que espero a nadie se le ocurra hacer, por muy mal que me vea y siga pensando, ¡a este le queda poco!, que espero y así os lo confieso, sean los menos, quienes lo piensen y sigan viéndome con las fuerzas que yo creo tener y la mala salud de hierro de la hago gala todos los días.
Así pues ¡No más preguntas!, por favor…

jueves, 5 de julio de 2018

TEJIENDO ENTRE DOLORES

Tejiendo entre dolores, el tiempo de mi existencia, con hilos de tiempos pasados, en los que la actividad diaria mantenía mis fuerzas, vivo el presente, recordando que cada instante es un regalo que la vida me hace.
Veo crecer a los míos y como se alejan del nido, volando libres, llenos de ilusión, con las mismas ganas de “comerse el mundo” que yo tuve y su alegría inunda mi existencia, que limitada, vuela con ellos compartiendo sus preocupaciones y logros, sus quimeras y sus sueños que se hacen realidad.
Pese a la distancia, la tecnología nos mantiene unidos, todos los días nos vemos a través de la pantalla del ordenador o del móvil, todos los días, me despierto con un ¡Buenos días familia!, de mis hijos, escrito en esta pantalla luminosa, milagro de la informática, que me acerca a ellos y a los amigos que fui dejando en mi caminar diario.
Hacía ya tiempo que no me ponía a “aporrear “este teclado de mi ordenador, liberando sentimientos que quizá a nadie le importen, pero que como un bálsamo alivian mi alma agotada por el dolor físico que me acompaña a cada instante y me recuerda que el tiempo no se detiene, que los años pasan y que si el desgaste diario me mantiene limitado en el movimiento, mi mente y mi corazón siguen luchando, tejiendo entre dolores ese día a día, en el que comparto guiños a través del Facebook o Instagram, con amigos lejanos, con mis hijos, con quienes estáis ahí, leyendo ahora estas líneas
El sol ha salido hoy nuevamente, llenado de luz mi existencia y nuevamente he recibido ese ¡Buenos días familia!, de mis hijos. Una sonrisa, se ha dibujado en mi cara, al leer un mensaje de un viejo amigo y he pensado…aún me queda mucho por hacer…mucho por vivir…mucho por sentir, mientras tejo entre dolores mi existencia.

jueves, 1 de marzo de 2018

PAN CON CHOCOLATE

PAN CON CHOCOLATE…
Pan con chocolate y en algunas ocasiones untado con mantequilla, esa era la merienda que mi madre nos tenía preparada a la salida del colegio. Entonces no existían las actividades extraescolares, la natación, el tenis, las clases de inglés. Solamente nos esperaba la calle, allí donde nos reuníamos un grupo de amigos para jugar a las chapas, con el trompo o con una simple cuerda para saltar o emular a los Vaqueros de las películas. No existía la informática ni los móviles, ni ordenadores, ni videojuegos, nuestros “Chats” eran cara…a acara y los juegos eran rudimentarios, pero plenamente satisfactorios, llenos de imaginación, donde una simple caja de cartón era nuestro refugio o convertida en nuestro barco pirata.Recuerdo que muchas veces, cuando hacia mal tiempo, terminábamos jugando en casa de algún amigo con aquel fuerte que le trajeron los Reyes Magos y aquellos indios de goma o al parchís o con aquella caja enorme de juegos reunidos Geiper, en los que siempre acabábamos jugando al  juego de la oca" (y tiro por que me toca) ...dejando de lado la ruleta que terminaba por ser un artículo inútil. Fueron años felices, años que el tiempo no ha logrado borrar de la memoria en los que todo era en blanco y negro, Televisión con series como Rintintín, Patrulla de Caminos o Ironside (Aquel abogado en silla de ruedas que no perdía ningún caso). Los Domingos, futbol y toros, telediarios en blanco y negro con una verborrea grandilocuente sobre lo bien que marchaban los “planes de desarrollo”,e inauguraciones de pantanos, en unan nación aislada del resto del mundo, por causa de un régimen político que todo lo censuraba y que terminaban con un Mariano Medina, intentando predecir el tiempo en una pizarra en blanco y negro, con la ayuda de aquel famoso barco meteorológico anclado en las Azores, donde siempre había una borrasca. (Nunca acertaba, el pobre) .Años en los que aprendimos lo que era el valor de la amistad y el valor de una peseta, que con sus 100 céntimos nos convertía en inmensamente ricos. Recuerdo que siempre acabábamos en el quiosco de la esquina dónde se cambiaban novelas o te vendían una barra de regaliz de palo por diez céntimos.
¿Qué a que vienen estos recuerdos?, pues a que hoy, he pasado por una tienda de dulces, donde en el escaparate había un montón de aquellos palos de regaliz, la tentación ha podido conmigo, y por uno de ellos he pagado “Un euro” (166, 366 pesetas de aquellas) ¡Por Dios!, cuanto ha subido el coste de las “Chuches” …Personalmente, ¡Sigo prefiriendo el pan con chocolate! y sí mucho me apuráis, hasta “sin pan” …

lunes, 26 de febrero de 2018

NUEVOS CICLOS TEMPORALES

Hace ya algún tiempo, dediqué un artículo a lo que di en llamar “ciclos temporales”, en el que hacia un repaso de los cambios que en mi vida se han producido, con la regularidad de cada cinco o seis años, en los que algo nuevo, cambiaba mis hábitos, mis costumbres y la manera de encarar en día a día.
Hace tan solo unos días, cumplí 66 años y mentalmente hice un repaso de los últimos años, llegando a la actualidad en la que un nuevo cambio se ha producido en mi vida.
La boda de mi hijo y su traslado a ese maravilloso país vasco, el vacío que deja en el hogar, (vacío físico, pues aún sigue y seguirá durante toda mi existencia, dentro de mi corazón y mis pensamientos) nuevos achaques que uno supera con la determinación de seguir en esta vida viendo como luchan por conseguir sus propias familias y el recuerdo permanente, imborrable de las muchas horas que dedique al trabajo, que ahora me parece tan lejano.
Ya han pasado seis años, desde que un día me despedí de los compañeros al iniciar mi jubilación parcial, seis años que han pasado como un suspiro y en los que aquellas fuerzas que me mantenían en pie, en mi día a día, han ido mermando tanto que ahora apenas me permiten cortos paseos, a los que no renuncio pese a las inclemencias de un invierno crudo en el que los fríos de la mañana me hacen sentir vivo.
Un nuevo ciclo temporal, en el que cambio costumbres, sin ser capaz de dejar alguna, como el tabaco, que en nada me ayuda, pero me gana la batalla diaria.
No renuncio a seguir escribiendo, aunque por momentos la pereza me distancie del teclado de mi ordenador, pero aquí sigo, aporreando las teclas y revisando las redes sociales en las que siempre encuentro “el guiño” amable de compañeros del pasado y amigos que no me han olvidado y aprendo… si aprendo cada día lo difícil que es ir cumpliendo años, haciéndome mayor y sentir que, aunque las fuerzas fallen, aún queda mucho por vivir…