lunes, 11 de noviembre de 2013

Invisible...

No sabia…(y mira que ya me lo había advertido mi buen amigo Jerónimo), que la jubilación, aunque sea parcial como la mía, tiene el efecto secundario de convertir a las personas en “invisibles”… desde hace algún tiempo vengo observando que me cruzo con personas con las que mantuve un contacto profesional y que antes saludaban en la calle y ahora, ¡ni me ven!, y mira que a mi es fácil distinguirme por mi cojera, a la distancia… debo haberme vuelto invisible.
Ojalá que esta invisibilidad sea extensiva a Hacienda, cuando haga la declaración de la renta, a Telefónica, cuando me pasen los recibos y a Acualia e Iberdrola… ¡Pero me temo que va a ser que no!
Es divertido, ver como hay quien para eludir el saludo, simula una conversación por el móvil, mira de repente un escaparate de lencería con sumo interés, (¿Estará buscando algo para su cónyuge?), o cambia simplemente de acera para evitar cruzarse en mi camino.
Pocos, muy pocos, han seguido manteniendo el saludo y el contacto ocasional, telefónicamente o parándonos en la calle para interesarse de como me van las cosas.
Todo ello, me ha servido para conocer un poco mas a la gente que me rodea y aquella con la que mi relación fue pura y llanamente profesional, interesada y por lo tanto valorada como tal y gente que ha creado lazos (partiendo de esa primera relación de trabajo) que van mas allá de lo meramente laboral.
Estos, son la excepción que confirma la regla y al menos, me hacen ver que esa invisibilidad es selectiva o en todo caso no permanente. ¡Un alivio!, pues ya empezaba a preocuparme, no sea que al cruzar algún paso de peatones, no me vieran los conductores y…
En fin, la vida es así y así os lo cuento, pues cuando os toque vais a pasar también a ser “invisibles”…