viernes, 12 de septiembre de 2014

Memoria de aquel viaje a Tierras gallegas...

Hace ya muchos años, allá por los años 60, durante un año Xacobeo, emprendimos toda la familia un viaje hacia tierras gallegas con el fin de cumplir con el Jubileo. Fue un largo viaje en aquel SEAT 1.500 negro, de formas redondeadas pero de robustez probada, que nos llevó por las casi intransitables carreteras de la época hasta Santiago de Compostela. Dos etapas fueron necesarias, una desde Salamanca hasta Orense y otra desde Orense a Santiago, donde pudimos hospedarnos en lo que por aquella época era un gran complejo para acoger peregrinos y que recibía el pomposo nombre de Burgo de las Naciones.
Horas de carretera superando los puertos del Padornelo y la Canda, haciendo escalas en Puebla de Sanabria (Hotel los Perales) y Verin, que aquel viejo vehículo superó sin grandes problemas. Carreteras casi vacías que nos llevaron por tierras gallegas hasta nuestro destino.
Recuerdo, como si de hoy se tratara, una parada imprevista de mi padre, en un mirador de carretera, muy cerca de Vigo, desde el que se podía ver la hermosa ría. (Quizá para fumarse ese cigarrillo que siempre estaba en sus manos). Se bajó del coche y mientras liaba con habilidad su Ideales, caminaba hacia el borde del mirador, observando con detenimiento el paisaje en silencio, ante la atenta mirada de mi madre, que con una sonrisa, esperaba seguramente un comentario de mi padre al que conocía demasiado bien. 
Tras unos minutos de silencio, y volviéndose hacia mi madre, soltó la fase esperada ¡Muyer, tengo que reconocer que Asturies ye muy hermosa, pero Galicia no quédale a la zaga!
Había roto sin saberlo aquella leyenda de desencuentros entre Gallegos y Asturianos, su admiración por las tierras galegas, aumentó con cada kilómetro recorrido y lo que en principio era un viaje a Santiago, terminó siendo un periplo de 7 días recorriendo la costa y las maravillosas rías, visitando rincones inolvidables hasta terminar en lo alto del Monte Tecla observando la desembocadura del Miño.
Aquí, también, en mi memoria hay grabada un peripecia que por suerte quedó en mera anécdota. Al cruzar el puente de hierro que unía Galicia y Portugal, hacia la mitad del puente, aquel SEAT, que había aguantado el tipo ante miles de curvas, rompió la dirección, solo la habilidad de mi padre y sus reflejos evitaron que cayéramos al río. Un pasador de la dirección se había roto y nos dejó anclados durante unas horas en la frontera, sin poder continuar camino, pero agradeciendo que no hubiera ocurrido el percance en una de las múltiples curvas del camino.
Un gran viaje, de el que conservo una única foto,(esta que hoy ilustra el post), escayolada mi pierna izquierda. Para rematarlo, aquel año me habían operado y para terminar este pequeño relato os diré que todo el viaje lo hice en el asiento de atrás de aquel viejo SEAT, semitumbado pues no podía sentarme como era debido al no poder doblar la pierna.