martes, 18 de julio de 2017

LA HISTORIA DE ARMANDO

Difuminados por el tiempo, los recuerdos de sus primeros pasos, llenos de dificultad, vinieron a la memoria de Armando.
Era muy niño, apenas un año y ya comenzaba su lucha diaria por poder mantenerse en pie, por poder caminar como lo hacían los demás, sin la necesidad de que alguien le sujetara para evitar a inexorable caída.
Recordaba sonriendo, aquel largo pasillo de casa, aquella incansable madre que día tras día, hora tras hora le dedicaba tiempo, sonrisas y mimos, animándole a seguir su escasa caminata de apenas unos metros.
Nunca la vio triste, quizá fue ella quien le contagio las ganas de vivir, de no perder la esperanza y dedicar cada momento a ganar la batalla que ya entonces le acompañaría durante toda su vida.
Las visitas a médicos de renombre, horas y horas de sesiones de rehabilitación, viajes interminables a un lejano lugar que llamaban Madrid, donde un ortopeda tomaba medidas y dibujaba bocetos de lo que sería aquel artilugio que le permitiría estar de pie, caminar erguido sin miedo a las caídas y jugar con sus hermanos y amigos.
La aparición en su vida de un “mago”. Paco Urbina, que dedico toda su atención y artes a paliar los estragos de una brujería que llamaron “polio”, a la que nunca llego a vencer del todo, pero si ganar tiempo y movilidad para aquellos miembros embrujados, que se negaban a trabajar.
Pasaron los años, Armando, nunca se sintió diferente, nunca desespero ni se dejó vencer por el pesimismo. El recuerdo de la sonrisa de su madre, era como el faro que guía al navegante en la oscura noche.
Hoy, rememora con asombro, como fue capaz de sobrevivir en un mundo laboral muy exigente, cumpliendo su cometido. Viajando sin cansancio, subiendo y bajando esas escaleras que hoy son su mayor barrera, manteniendo el paso en su caminar al lado de compañeros más jóvenes y con mayor energía, sin detener ni retrasar su camino pese a caídas inoportunas y largas andaduras, a las que logro vencer.
Armando añora y recuerda, hoy, mientras sigue con sus interminables sesiones de rehabilitación, aquellos viajes de trabajo, a un paraíso llamado “a Toxa”, aquellas convenciones que le hicieron recorrer mil ciudades españolas (Valencia, Córdoba, Coruña, Barcelona, Madrid, Ávila, León, Valladolid, Pamplona, Bilbao, Santander…), casi no quedo ciudad en el mapa, en la que no disfrutara caminando y admirando paisajes, compartiendo horas con compañeros y amigos, sintiendo, que a pesar de todo, era útil, no estorbaba a nadie y podía seguir su camino.
Los años han pasado, inexorables, han detenido su camino, unos dicen que, "de merecido descanso", pero él piensa que demasiado pronto para tirar la toalla…Queda tanto aun por vivir, por seguir admirando paisajes y compartiendo momentos felices.
Ha sonado el timbre que da por terminada la sesión diaria…Ya desconectado de los aparatos de rehabilitación, queda otro día por delante, los dolores le recuerdan que no debe forzar mucho la máquina, pero sus ansias de vivir, aceleran imprudentemente sus pasos. Otro día mas en el que dar las gracias por “estar vivo” …