martes, 1 de octubre de 2013

La fábrica

Alguien me preguntaba hace unos días, a que se debía mi parón en este blog y añadía irónicamente… ¿te han dejado las musas?...
La explicación en bien sencilla, desde hace algún tiempo un pinzamiento de vértebras no me permite estar mucho tiempo sentado y menos tecleando un ordenador, pero las ideas, ahí siguen fluyendo y guardándose en mi cerebro para cuando esto mejore y el tiempo frente a esta pantalla pueda ser mayor y mas relajado.
Hoy, haciendo, “de tripas corazón”, no he querido dejar pasar mas tiempo sin plasmar algo que viene dándome vueltas en la cabeza.



Juan, caminaba aquel día a través de los largos pasillos de su antigua fabrica, el ruido cadencioso de las maquinas, apenas le permitía oír a su acompañante que en un alarde de conocimientos, no exento de vanidad, le explicaba el funcionamiento de cada uno de aquellos artilugios que habían ido sustituyendo al personal… robots de troquelado, lijadoras automáticas, moldeadoras y soldadoras robotizadas, efectuaban con precisión la labor que antes ejecutaban gentes abnegadas y entregadas como él, que ahora no se veían por ningún lado.
Olor a aceite quemado y fluido eléctrico en el ambiente habían sustituido otros olores mas humanos aunque menos agradables.
Echó de menos las voces de sus antiguos compañeros, gastando bromas algunas veces y discutiendo otras, comentado el último partido o las últimas noticias filtradas que auguraban malos momentos laborales.
Era todo tan aséptico e irreal que preguntó… ¿Aquí solo trabajas tu?... ¿No hay nadie mas?...
Una sonrisa burlona, y casi despectiva acompaño su respuesta….
No es necesaria mas gente que cuatro informáticos, para hacer la labor que antes hacíais sesenta y tres personas, con mas rapidez y menos fallos, con mayor precisión en los acabados y sobretodo mas barato…
La mirada de Juan bajó al suelo, que impoluto y brillante, le devolvió su mirada triste, mientras pensaba…Solo somos un numero y se nos valora en monedas…aquellas promesas de ascensos, incentivos, valoraciones, exámenes, revisiones que sufrimos antaño, solo pretendían que incrementáramos nuestra labor en beneficio de los dueños de la empresa. Luego, vino la suspensión de pagos y la quiebra, ya nadie tuvo en cuenta a las personas y la venta a una empresa Americana que hoy regenta lo que antes fue hogar laboral de muchas familias.
Juan, ya no se identificaba con el logotipo, que aun presidía la fachada de la fábrica,  pese a que era el mismo bajo el que había ejecutado su trabajo durante años y en el que había puesto todas sus ilusiones.
Al final del pasillo y tras una gran mampara de cristal, varias pantallas de ordenador y luces parpadeantes, cuatro hombres vestidos con blancos monos, parecían hipnotizados ante las gráficas que las pantallas mostraban…pocos movimientos ante los teclados y ensimismamiento absoluto, aislados del ruido por unos cascos con micrófono a través de los que deberían estar comunicándose, no se si con las maquinas o entre ellos, pero seguramente, en ningún momento se atreverían a hacer una broma o comentar alguna noticia. Tan robotizados como el resto del lugar, ninguna expresión en el rostro, la mirada fija y los gestos parecían mecánicos, sin vida…
Cuando Juan salió de aquel lugar, respiró hondo, como si no lo hubiera hecho en su visita a la fábrica, sintió como el aire entraba en sus pulmones y fue cuando dejo de echar de menos su trabajo, cuando desapareció aquella sensación de vacío que le había acompañado desde que hacia ya algún tiempo fue sustituido, jubilado, por aquellas maquinas que hoy había podido ver por primera vez y sintió aquello que llaman “Libertad”…