martes, 26 de febrero de 2013

Hasta siempre...

Hoy tocaba poner un correo electrónico a mis compañeros de fatigas comunicándoles mi ausencia a partir del día 1, previamente había pedido el visto bueno de mi superior y con él me dispuse a redactar unas líneas que pretendí fueran escuetas y simples, pero un nudo en mi garganta y una nube en mi cabeza impedían que expresase todo aquello que me hubiera gustado decir en pocas líneas.

Son tantos los años compartidos, de trabajo, viajes, reuniones, cursos, que siempre tiene uno la sensación de que se quedara en el tintero (esta vez entre las techas del ordenador) lo mas importante, como así ha sido. El agradecimiento por su comprensión en mis fallos, el orgullo de haber compartido con todos ellos un trabajo y el deseo de que todo les salga bien en su labor diaria y un día puedan llegar a la meta que hoy llego yo.

He echado la vista atrás de estos últimos 32 años, en ellos he pasado momentos buenos y malos, alegres y tristes, ilusionados y decepcionados, pero retazos de una vida en la que siempre pretendí cumplir con una obligación por la que a final de mes se me pagaba, pero que yo entendía no era este el motor que cada día me empujaba a estar disponible y dispuesto para resolver todo cuanto se me planteara en la labor cotidiana. No se si habré logrado mi objetivo personal de no poner mala cara nunca, de estar al pie del cañón cada vez que se me necesitara y haber servido de algo en el trabajo común que todos hemos realizado durante todo este tiempo, solo no hubiera podido llegar al final.

Me voy con el sentimiento de haber sido útil, de no haber herido a nadie y haber logrado olvidar momentos duros en los que quizá me equivoque y quizá se equivocaron conmigo.

Un alubión de correos llenó mi buzón a los pocos minutos de haber enviado el mío. El nudo en la garganta desapareció para llenar por unos instantes mis ojos de unas lágrimas que tuve que disimular. ¡No habían sido inútiles mis desvelos!, una sonrisa se ha dibujado en mi cara y hoy creo que nada va a hacerla desaparecer. Todo llega en esta vida, incluso aquello que perecía no hace mucho muy lejano. El teléfono, tampoco ha dejado de sonar y entre bromas y veras he sentido el cariño de esos compañeros que hoy me daban la enhorabuena (alguno me pedía que reconsiderara volver al trabajo, jejejeje, ¡Lo siento, pero es mi hora!), ahora os toca seguir a vosotros solos en el camino, alguno me echará de menos, otros me olvidaran con el tiempo que todo lo borra, pero yo os seguiré recordando a cada uno, pues todos habéis formado parte de mi vida en algún momento.

Hasta siempre compañeros…