jueves, 25 de octubre de 2012

Sin límites...


Una mirada a nuestro entorno, nos puede servir de referencia, como se perciben las cosas de manera distinta, dependiendo de los ojos que lo contemplan.
La interpretación de las cosas y los hechos son siempre subjetivos y en ellos intervienen siempre nuestras experiencias, buenas o malas, que ha ido dejando huella durante toda nuestra vida.
La mía ha debido ser siempre positiva, es rara la ocasión en que algo me molesta o preocupa mas allá de los que es debido o razonable. Sin saber por que siempre termino por encontrar la parte positiva de las cosas y es anormal la ocasión en que percibo problemas, la mayoría de las veces inexistentes y obstáculos insalvables.
Quizá, el hecho de haberme tenido que enfrentar toda mi vida con dificultades físicas, (que para los demás no existen), ha creado en mí un escudo de defensa, que repele lo negativo en favor de la parte positiva de las cosas.
Si en alguna ocasión, hubiera llegado a pensar… ¡No puedo!, seguramente no habría podido y habria terminado por auto limitarme. Sabedores de esta manera de pensar, mis padres nunca se opusieron a que yo montara en bicicleta o en moto, a que fuera solo, caminado con mis muletas hasta el colegio o que bajara a jugar a la calle con mis amigos del barrio aún a sabiendas que en muchos de sus juegos yo no podría participar al no poder correr o saltar como les demás. Nunca nadie me impidió nada y mi libertad para moverme como quisiera era absoluta, por lo que tuve que adaptarme al medio como buenamente pude y creo que al final conseguí cosas que podrían ser impensables dada mi condición física.
Observo con cierta sorna y algo de incredulidad, la excesiva protección que hoy en día, prestan los padres a sus vástagos, que en perfectas condiciones físicas y mentales son limitados en algunas actividades que erróneamente consideran peligrosas y sin embargo les permiten pasar horas pegados al ordenador y la TV sin que posiblemente lleguen algún día a saber lo que era jugar a “guardias y ladrones”, “al burro”, “al clavo” a “pídola” o “al escondite inglés” (con el riesgo que tenían alguno de estos juegos, de que realmente te cayeras, o clavaras aquel rudimentario artilugio que una y otra vez clavabas en el suelo).
Ya no corretean por las calles, hoy atestas de vehículos, no llegan siquiera a pelearse entre ellos (estaría mal visto, o el tema se trataría como un acoso escolar o que se yo…).
Pegados y apegados a la informática, sin embargo, luchan contra seres imaginarios de la manera mas cruenta y cruda aunque irreal, entran en paginas que posiblemente no estén adecuadas para su edad y reciben información que sus mentes aún no formadas no son capaces de digerir.
Cuantas veces nos lesionábamos las rodillas en caídas estúpidas ¡y no pasaba nada!, nos hacíamos un chichón en la cabeza por golpes tontos ¡y no pasaba nada!, hoy entre algodones, se crían (mal crían) llenos de caprichos que consiguen con facilidad, sin imaginación para hacer de una chapa de botella un coche de carreras o de un viejo cajón y unos cojinetes un vehículo con el que deslizarse cuesta abajo. Protegidos, psicoanalizados y en el peor de los casos medicados con tranquilizantes al considerarles hiperactivos, terminaran por ser el germen de una sociedad dormida, fácil de manejar y manipular en la que siempre habrá alguien que termine por sacar tajada.