
Tras sus gruesas gafas de empollon, el pelo alborotado, su mirada inquisitoria terminaba por inquietar al interlocutor, si se le mantenía durante un rato la mirada.
Terror de los compañeros, pues siempre alzaba la mano el primero ante cualquier pregunta del profesor y terminaba por hacer una disertación erudita sobre la pregunta más trivial. En el recreo, apenas se relacionaba con los compañeros y siempre se le veía con algún libro bajo el brazo que aprovechaba para consultar, mientras los demás daban patadas al balón.
Superaba todos sus exámenes con las notas más altas y tomaba como ofensa personal que una nota fuera inferior al 9.
¿Verdad que todos habéis tenido a alguien así en vuestras clases?.
Francisco (Así se llamaba) llegó a sacar las oposiciones de Maestro nacional (Las que había en aquella época) con el numero uno de su promoción, y destinado a un pueblo de Cáceres. Le había perdido la pista y casi olvidado hasta que hace unos días y a raíz de las Fiestas de Salamanca, me he cruzado con el en una calle. Con mas años (como todos), le he reconocido al instante, viejo compañero de clases y tormento de colegas, su mirada sigue siendo la misma. Hoy ha vuelto por unos instantes a cruzarse en mi vida “pitagorin” (mote que se ganó a pulso), supongo, que si me ha reconocido habrá pensado lo mismo que yo… ¡Como han pasado los años!