lunes, 27 de agosto de 2012

Esa otra olimpiada...


Constancia, tesón, voluntad, quizás, terca decisión hacen de esos paralimpicos un ejemplo a seguir, siempre digno de admiración pues rompen moldes no conformándose con lo que el destino les ha deparado.
Pero no son solo ellos, he visto y compartido en muchas salas de rehabilitación, gentes cuyo esfuerzo silencioso y constante en lucha permanente consigo mismos, no necesita reconocimiento ni medallas, su callado esfuerzo y constancia son tan dignas merecedoras de reconocimiento como la de esos atletas que hoy vemos en las olimpiadas., y sin embargo…no lo quieren ni lo necesitan.
Asombran con sus capacidades superiores a las de cualquiera, aun estando en inferioridad de condiciones, maravillan sus logros, nunca alcanzados por quien teniendo todos sus miembros y capacidades sensoriales en perfecto funcionamiento, nunca lograran lo que estas gentes son capaces de hacer.
De graves enfermedades han salido grandes atletas, Weismuller (Aquel primer tarzan), David Meca (nuestro increíble nadador), Esther Williams, (sirena del cine en los años 50) supieron crecerse ante las dificultades y lograr metas sorprendentes y mientras… miles de personas realizan sus ejercicios diarios, con esfuerzos que no podemos ni imaginar, sin otra meta que la de superase a si mismo tratando de lograr una mejor calidad de vida.
Muchas son las horas que he pasado en salas de rehabilitación, muchas las gentes que he visto esforzarse y en ocasiones la decepción de no conseguir aquello que nos hemos propuesto. Decepción, pero no desanimo, decepción pero no tristeza, decepción pero no rendirse tirando la toalla, pues cada día es una nueva competición con uno mismo, sabiendo que la recompensa es poder seguir adelante con mayor o menor dificultad, pero siempre adelante…No habrá podio al que subirse (Quizá subir a él seria esfuerzo casi imposible, como imposible seria subir a Himalaya), no habrá himnos de victoria ni aplausos, solo el sentimiento de que hoy, se ha podido caminar igual que ayer y la fe en que mañana se podrá seguir haciendo y dentro de uno, en un pensamiento intimo, terminaremos sintiéndonos vencedores en una olimpiada interminable en la que competimos día a día.