viernes, 13 de julio de 2012

Un constante atardecer...


Cae el Sol ocultando su brillo tras los montes, la tarde calida aún invita al paseo o al relax sentado en alguna terraza, viendo pasar a las gentes que tras su jornada buscan un rato para relajarse y quizá olvidar esa presión diaria a la que todos nos vemos sometidos.
La vida distendida, lenta, sin agobios, de otros tiempos ya ha pasado a la historia. Hoy el móvil suena a todas horas pillándonos en los lugares más inesperados y en los momentos más inoportunos. El ajetreo permanente no cesa con la jornada de trabajo y las preocupaciones y desvelos superan esas horas laborales no abandonándonos en ningún momento. Prueba de ello, son las conversaciones con la gente, en todas aparece siempre algún problema del día, alguna preocupación por lo pendiente o algún entuerto que quedo por resolver. Todo aderezado con la incertidumbre, cada vez mayor de que va a ser de nosotros, con tanto recorte y tanto cambio a que nos somete el gobierno.¡ya no hay paz para los currantes!, (parece un titulo de película) no hay sosiego para nadie y todo se traduce en tensión, tensión y mas tensión hasta en las conversaciones mas triviales. Todo el mundo va “con la escopeta cargada”, siempre al borde del ataque de nervios y sin tiempo para la reflexión y planificar el futuro más cercano. El miedo a quedar en el paro, a no poder llegar a fin de mes, a que cada semana una nueva medida política o económica de al traste con todos los esfuerzos de muchos años, para conseguir una cierta seguridad y estabilidad que hoy están en peligro constante.
¿Hasta donde se puede aguantar?, ¿cuanto mas se puede soportar, sin estar convencidos de que lo que se hace cada día por quien dirige nuestros destinos económicos, de educación de seguridad, de salud, es lo correcto y tendrá un buen fin?. Quizá una explicación clara de los resultados que se piensa obtener, enseñar la luz al final del túnel, calmaría esa incertidumbre, pero mucho me temo que nadie es capaz de decir donde y como terminará este viaje de locos en el que se nos ha embarcado.
Solo nos queda mirar como el sol se pone cada día tras los montes o el horizonte del mar  y la esperanza ( vana esperanza) de que el nuevo día pueda traer la luz y paz que todos estamos necesitando.