miércoles, 27 de junio de 2012

Jose Luis Cazaña...una pequeña anécdota


Aún recuerdo la última vez que le vi, fue en el Hotel Montico, cerca de Valladolid, durante una reunión de trabajo y poco antes de su repentino e inesperado fallecimiento.  Estaba estrechando manos a los compañeros y cuando se dirigió hacia mí, lo hizo extendiendo aquellos enormes brazos de baturro fornido y dándome un fuerte abrazo mientras me decía… ¡Tienes que cambiar un pasaje de tu libro!, no es del todo correcto lo que cuentas…
José Luis Cazaña, había sido Director del área de siniestros en una de las compañías para las que he trabajado y desde el principio, allá por el año 1994, entre nosotros se estableció un cordial afecto y complicidad, que siempre terminaba con largas charlas sobre siniestros anecdóticos de los que ambos teníamos un arsenal para contar.
¿A que se refería con que tenia que cambiar un pasaje de mi libro? (Borrador que nunca llegué a terminar, pero del que José Luis tenía un copia). Pues a un pasaje anecdótico sobre mi incorporación a La Compañía Athena.
Era costumbre de la mencionada entidad, allá por el año 1994, que el día de la selección de Directores de Sucursal, cada uno de nosotros pasáramos una entrevista de una hora con cada uno de los responsables de área. Terminada la ronda de entrevistas, nos recibía, al caer la tarde, el entonces Director General, previa reunión de este con los Directores, para conocer sus impresiones y cerrábamos el acuerdo si todo estaba correcto.
Al parecer durante la reunión de estos, (Los directores de Área), hubo alguien que dudó de mi capacidad “física” para desempeñar el puesto, saliendo en defensa mía uno de ellos, que alegaba, el progresismo y la actitud de integración de la Compañía al contratar, “un minusválido” para el puesto, añadiendo mi capacidad ya demostraba en otras aseguradoras. Fue entonces cuando según me contaron, José Luis pronunció la siguiente frase… ¡De acuerdo con el progresismo y la integración, pero el próximo director que sea NEGRO…!
El mismo José Luis, recordaba la anécdota que se le atribuía a él cuando en realidad había salido de otra persona (cosa que no me sorprendió) y con el humor que le caracterizaba me decía… ¡menos mal que me conoces bien y sabes que no tengo malicia, si no, habría sido para que te cabrearas conmigo en lugar de tomarlo con buen humor! A lo que contesté. ¿Como no voy a tomarlo así, si en el fondo la cosa tenia su gracia?...
No llegó a ver la rectificación que hice en el libreto, pocos días después fallecía en su despacho, de un ataque cardiaco según me contaron.