lunes, 2 de diciembre de 2013

La memoria de tiempos pasados

Salió el sol un día mas, nuevamente mientras me afeitaba repasé algunas de las tareas pendientes, siempre con la prevención de olvidar algo importante pese a que todo lo apunto en mi PDA, hasta las cosas más nimias e intranscendentes. Ya no se vivir sin mi memoria electrónica pese a que siempre presumí de tenerla buena y recordar detalles de momentos vividos con tal nitidez que parece ocurrieron ayer.
No es alzeimer, es miedo a olvidar, el olvido y sobretodo de las personas es algo que me produce inquietud, no suelo ser persona de muchas llamadas telefónicas, ni de muchos correos, pero siempre están en mi mente amigos y compañeros, familiares y conocidos allegados que un día compartieron horas y momentos conmigo.
Fueron muchos mis viajes tanto de trabajo como de placer y en ellos he ido dejando un reguero de personas y personajes que grabados en mi memoria (no electrónica) me hacen sentir bien, sentir que he pasado por la vida compartiéndola y disfrutando de grandes momentos y lugares.
Compañeros de colegio, que hoy ocupan puestos relevantes, se sorprenden cuando les recuerdo algún instante vivido en las aulas y los nombres (a veces motes) de aquellos Hermanos Maristas que sin saberlo marcaron un modo de ver la vida en sus alumnos.
El recuerdo amable de quienes vivieron a mi lado quizá momentos duros en los que la juventud pedía un ritmo mayor y supieron adaptarse a mi cansino andar, momentos de trabajo mezclados con ratos de ocio en reuniones y convenciones que me permitieron conocer recónditos lugares de la geografía española, una Galicia amable y añorada, un reguero de pueblos leoneses (Canedo, Castrillo de los Polvazares, Astorga, Ponferrada), Córdoba, con su impresionante mezquita que pude recorrer en dos ocasiones encontrando en ella rincones inesperados y sorprendentes, Valencia (¡Quien me iba a decir en aquel  entonces que a ella me uniría mi propia familia!), Bilbao y su inesperado y portentoso Gugengeim, Santander y ese gran palacio de la Magdalena donde tuve el privilegio de ser el único en aquella visita que pudo usar el ascensor que utiliza el Rey para subir a sus habitaciones (sic) (privilegio de tener la pata chula), Villaba, Coruña, Alicante y aquel castillo dominado la ciudad, donde se nos ofreció un cóctel que no llegue  a probar pues el cansancio de días pasados me retenía ante cualquier exceso. Palma de Mallorca, donde cumplí mis 50 años (que lejanos estan ya) y alguien, un compañero de viaje, lo recordó a las 3 de la madrugada enviándome un mensaje al móvil que decía, ¡Acabas de cumplir 50 tacos, me debes una copa! Barcelona, mi querida y siempre admirada ciudad a la que he prometido volver y esta vez no por motivos de trabajo y sí para compartir sus calles con mi familia enseñándoles aquellos lugares que mas me impresionaron en las múltiples visitas a la ciudad.
En todos estos lugares y muchos mas, que omito por no alargar este post, siempre tuve la suerte de encontrar el afecto de amigos y compañeros, que no permitiré que la niebla del tiempo borre de mi su recuerdo. Memoria de tiempos pasados, pilares de una vida que pese a mis limitaciones he disfrutado plenamente.