miércoles, 12 de marzo de 2014

En un rincón del alma...

En un rincón de la mente, guardado, no se en que recodo, estaba aquella imagen que no acierto a saber cual ha sido el desencadenante para que esta reviva hoy en todo su esplendor. Era una tarde luminosa de Septiembre, en la que el mortecino sol apenas daba el calor que debía. Un grupo de jóvenes ilusionados con el ya cercano comienzo del curso, comentaba a la sombra de uno de los innumerables árboles del Campo de San Francisco, sus ilusiones y proyectos ante una nueva vida que se abría ante ellos al incorporarse a los estudios universitarios. Habíamos sido compañeros de colegio durante tantos años que sin saberlo forjamos un lazo de hermandad que el tiempo se encargaría de destrozar con la distancia y los dispares quehaceres a los que más tarde nos incorporaríamos en esta vida. Juan Antonio, ya tenia plaza en santiago de Compostela para ir a estudiar Económicas, Isidro, marcharía a Madrid para hacer una carrera que en aquel entonces era algo extraña, seria informático, Rodulfo, dejaría sus estudios y se incorporaría a trabajar en un banco, mi hermano iniciaba Biológicas y mi sueño de cursar estudios de derecho, ya estaba fijado, Samuel seria medico al igual que Manolo, Carlos (su hermano), al que la vida le seria arrebatada tempranamente, soñaba con ser capitán de barco y Jesús, como era habitual en él, aún no tenia nada en mente, siempre terminaba haciendo las cosas a ultima hora y nunca tenia nada previsto para mas allá de dos días. Inquietudes de años jóvenes ante un nuevo futuro que se abría ante nosotros, dejábamos aquel colegio Marista que nos había acogido durante mas de 18 años y ahora un nuevo aire de libertad y mayor responsabilidad nos mantenía inquietos, ya no nos apetecían los juegos de niños que hasta entonces practicábamos en aquel parque, nos sentíamos mayores para jugar a las canicas o a las chapas y nuestros sueños comenzaban a abrirse camino. Era una tarde luminosa en la que por última vez estuvimos todos reunidos junto a aquella fuente en la que el sonido monótono del agua al caer, parecía apaciguar algo nuestros desvelos. Fue la última vez que vi. a muchos de ellos y hoy, no se por que he vuelto a recordar a aquel grupo de amigos que la vida terminó por separar, melodia inacabada de un viejo violín que aún no ha dejado de sonar.