SIN MARCHA ATRÁS…
Nacemos llorando y no sé si de alegría por la llegada a este mundo o por la tristeza de abandonar la seguridad que nos brindaba el ser que nos dio la vida..
Pasamos nuestra infancia, entre juegos y risas, descubriendo y sorprendiéndonos con las maravillas del mundo que nos rodea.
Nuestra niñez, compartiendo juegos y estudios con amigos del colegio, a los que quizá, nunca más volvimos a ver.
Llenamos nuestra juventud de amores, proyectos, ilusiones, esforzándonos por superar aquellas largas horas de estudio, que fueron la base de años venideros en los que supimos lo que era el trabajo diario, compartiendo objetivos con compañeros, que una vez lo fueron y otras te traicionaron enseñándote que no todo es verdad y que tu falta de maldad no era algo extensible al resto, que la sinceridad de muy pocos te sirvió para superar malos momentos.
La madurez llegó, casi sin darte cuenta, formamos una familia que cambio nuestras prioridades llenando de momentos felices nuestra existencia, viendo crecer a nuestros hijos, luchando día a día, por que fueran aún mejores que nosotros y nada faltara en casa.
No nos dimos cuenta, que los años pasaban hasta que un día, te cruzas con un antiguo compañero de estudios y ves en su cara el paso de los años. Es entonces cuando comienzas a tomar contacto de una realidad, ¡Los años no perdonan!,¡Te haces mayor! Y comienzas a sentir que tus fuerzas, también te abandonan. Llega el momento, en que ya eres prescindible (y asumes que siempre lo fuiste) en el trabajo, pero te queda el consuelo de que aun eres muy necesario en casa.
Te jubilan y no sabes si alegrarte o dejar que la tristeza de sentir que los años pasan, te invada. Tomas las riendas de tu vida una vez mas y la reorganizas de nuevo tratando de disfrutar de una libertad sin fin, en la que los largos paseos te sirven para meditar sobre tiempos pasados, cayendo en la cuenta de que esta vida “no tiene marcha atrás”, ahora toca, cuidar de tus mayores y ves en ellos, como en un espejo, el futuro que te espera. Es ahora, cuando en lugar de frenar, aceleras (o al menos lo intentas), tu ritmo de vida tratando de apurar cada instante con un viaje, una comida, la contemplación de un paisaje, aquella charla pendiente con un amigo o simplemente apurando es “cigarrillo prohibido” y es, que la vida sigue, sin marcha atrás, pero dándote la oportunidad de ilusionarte con ese nieto que esperas o ese largo viaje con tu esposa, reviviendo una lejana juventud, que ya no volverá