viernes, 21 de junio de 2013

Aprender a valorar...

Algo que me enseñaron mis mayores, es que si las acciones son importantes, más aún lo pueden ser la formas y cuidar estas, no es mas que una cuestión de educación y respeto hacia los demás, las palabras que acompañan a los hechos, la entonación, el momento de pronunciarlas, pueden llegar a ser tan importantes como la acción misma y llegar a deslucir un acto importante, si no se han cuidado.
Situaciones graves, como comunicar el fallecimiento de un familiar, la existencia de una enfermedad grave o el despido de una empresa, pueden ser menores si se cuidan las formas, si se muestra respeto y hasta empatia con el interlocutor.
Hoy, que todo se hace deprisa, sin método, sin educación, ¡por que si!...por que cada uno va a lo suyo y los demás no importan, se puede llegar a comunicar un fallecimiento con un simple…”se ha muerto”….y  ahí te quedas o una enfermedad con un…”tienes cáncer” …y te aguantas o un “estas despedido” …y “firma”…ya nadie piensa en el dolor ajeno, en la incertidumbre del otro o en el desamparo del de más allá.
 Lo mismo ocurre con situaciones festivas, como felicitar a un amigo, comunicar un premio de lotería o un ascenso de categoría, que pueden quedar deslucidos y pasar sin pena ni gloria si la comunicación ha sido “espartana”, sin gracia o a destiempo..

Por regla general el comunicante, si la noticia es mala, parece “regodearse” en la comunicación y si la noticia es buena, un asomo de “envidia” se suele dejar ver en la misiva y es que este país es un país de envidiosos mal educados, en el que si alguien asciende, todos tiran de los pies para que no suba más arriba en lugar de ayudarle a seguir subiendo como honra del genero humano al que pertenece. En esta tierra castellana, he visto grandes hombres que por sus obras merecían los honores de sus paisanos y grandes hombres que han pasado por la historia sin honores merecidos, olvidados pese a sus grandes obras.
 Nadie valora los logros ajenos y por desgracia en este mundo se busca más el fallo, el defecto, el error de aquellas grandes obras, más que el ensalzamiento de las mismas… a ningún italiano se le ocurriría buscar en la Capilla Sixtina donde Miguel Ángel se equivocó con su pincel, ni a ningún Parisino, donde Eiffel dejó de poner algún tornillo en su torre o si las gárgolas de Notre Dame guardan relación unas con otras o tienen algún fallo escultórico.
 Aquí, en este país que presume de europeo, avanzado, moderno, innovador y progresista, seguimos criticando y buscando defectos a todo lo que despunta, a todo lo que se sale de la norma, a todo lo que puede ser envidiado y de hecho lo es…el miedo a que otros nos superen en conocimientos, habilidad, intuición o capacidad de trabajo es el freno al desarrollo, al reconocimiento, al agradecimiento de lo hecho…
 De mis mayores aprendí a ensalzar y ayudar a quien aporta algo nuevo a esta humanidad y más si sus aportaciones ayudan a crear un mundo mejor, un mundo mas humano, un mundo en el que al paso que vamos, será tan utópico como el descrito por, Tomas Moro.