jueves, 27 de febrero de 2014

Mi,Re,Do,Sol,Si,Mi...

Mi,Re,Do,Sol,Si,Mi…Mi guitarra llora hoy la ausencia del gran maestro.
Mi,Re,Do,Sol,Si,Mi…las notas tristes de cada cuerda, sin tocar aún el mástil ni pulsar los trastes…
Mi,Re,Do,Sol,Si,Mi…no me atrevo a interpretar nada y dejo que mi mano recorra las cuerdas, mientras el recuerdo de aquel que un día fue mi inspiración, hoy me llena de tristeza…
Mi,Re,Do,Sol,Si,Mi… y en mi cabeza resuenan las notas de su magnífico “Entre dos aguas”, que fue modelo a seguir y que nunca llegué a interpretar con la habilidad y maestría de quien recorría el mástil con la precisión de un reloj suizo y la delicadeza de un alma entregada a la música.
Mi,Re,Do,Sol,Si,Mi…Hoy, quizá en el Cielo, estén escuchando sus melodías, pero mi guitarra ha enmudecido haciendo compañía a aquella otra que hoy ha quedado en silencio.

Volverá a su funda y de nuevo, quedará muda sin oir aquel... Mi,Re,Do,Sol,Si,Mi, desganado que hoy ha sonado en recuerdo de Paco de Lucía…

martes, 11 de febrero de 2014

La duda de un 37/...

Pensaba que eran suposiciones mías, elucubraciones impulsadas por el miedo y la prevención, pero no… conversaciones posteriores con otros sufrientes (no he querido intencionadamente llamarles pacientes), me hicieron llegar a una terrible conclusión. Cuando entramos en un Hospital, somos al igual que en las empresas, un numero, un 37/ ó un 49/ó un 28/ dependiendo de la provincia donde estemos dados de alta en la Seguridad Social, dejamos de ser personas con manos cara ojos y nuestra identidad se limita a un numero y una dolencia, ya no somos aquel paciente que, el medico de cabecera (ya extinto), conocía y sabia toda su trayectoria y la relacionaba con la de sus ancestros a los que también había tratado. Hoy la tecnología (léase archivos informáticos) suplen aquella información que de primera mano tenia el medico que había asistido a toda una generación y hoy, un (voluminoso, en ocasiones) expediente guarda análisis, radiografías, ecografías, escaners y notas varias de todos los médicos que te han ido viendo, pero nunca, este expediente suplirá aquel conocimiento directo (entrañable, calificaría yo) que durante años acumuló el medico de casa. Quizá (no lo dudo) tanta tecnología sirva para almacenar una información muy valiosa, mi duda está en si tanta información es leída, analizada, interpretada en cada visita que hacemos o revisión que pasamos. Entiendo que si y así debe ser, pero siempre te queda la duda (10 minutos por paciente en consulta no deben dar mucho de sí). Al compararlo con lo que puede estar ocurriendo a diario en el trabajo, cientos de correos, normas, una tras otra modificadas y publicadas, que en muchas ocasiones archivas sin leer, con la sana intención de acudir a ellas cuando las necesites, ¿realmente las vas a consultar cuando esto ocurre o llamas al compañero para ver si sabe como se hace tal o cual cosa?. Siempre pensé que tener mucha información es bueno (la información es poder…dicen), pero siempre tuve la impresión de que no se sabe manejar tal avalancha de  información y lo único que hace es enfarragar las cosas, crear un mar de dudas donde naufragan las mejores ideas. Mi miedo ahora es que ese barco informático de pruebas y resultados termine teniendo alguna vía de agua y la marinería médica no sepa contenerla bien y terminen hundiéndome en la miseria, por si acaso acabo de ponerme una medalla de la Virgen del Carmen, para que les lleve a buen puerto y una estampa de Will Gates, para que no les falle la informática y ¡Que sea lo que Dios Quiera!...

lunes, 10 de febrero de 2014

Una historia tras una imagen...

Dicen que detrás de una imagen siempre hay una historia, un momento que quedó fijado estáticamente para la posteridad y que servirá de recordatorio con el paso de los años a quien la contempla.
Hoy, esta imagen que acompaña este post, pertenece a un pasado muy lejano de mi existencia, apenas tenia un año (en el reverso de la fotografía consta la fecha 6 de Febrero de 1953, faltaban cinco días para que cumpliera un año) y tras ella hay una pequeña historia que me contó mi madre.
Aquel día, en Madrid, habían averiguado por que no era capaz de mover mis piernas, cuando ya debería haber dado casi mis primeros pasos. Al salir de la clínica mi madre hizo esta foto que posteriormente se trasladó a un panel de madera serigrafiada que ella misma se encargó de colorear. Hoy cuelga en una de las paredes de mi casa, como lo hizo durante muchos años en la suya.
Imagino que no fue fácil recibir aquella noticia, pero su coraje y amor llenaron el reto de mis días. Nunca vi. en su rostro, pesadumbre, tristeza, desanimo y nunca me sentí diferente por ello. Sentí sus desvelos y su lucha por conseguir que mi calidad de vida mejorara y nunca me prohibió que desarrollara mis capacidades, yendo al colegio en bicicleta, recibiendo en casa sesiones interminables de rehabilitación, dejándome jugar en la calle con los amigos sin estar continuamente encima de mí por si me llegaba a hacer algún daño, no haciendo ninguna distinción con mis hermanos y animándome con su mirada y sonrisa, cada vez que tenia que superar alguna operación.
Hoy, cuando apenas quedan unas horas para que cumpla 62 años he colgado esta foto en recuerdo de mi madre (también ella cumpliría años como madre) y me he permitido contaros la pequeña historia que hay tras esta imagen.

viernes, 7 de febrero de 2014

La tecnología que no llega...

Vivo rodeado de tecnología, mi afición por los “cachivaches” llega en ocasiones a ser enfermiza, móviles, ordenadores, portátiles, tablet, comparten mi vida desde que me levanto hasta que el sueño me puede. Como, hojeando el Iphone, meriendo mientras leo el correo personal en el tablet y termino escribiendo en el portátil este post mientras sobre el techo de la habitación un reloj lanza un láser con la hora y el TV se enciende solo para darme las ultimas noticias de la noche, la cafetera ha saltado sola terminando de hacer el café para mañana y dos mensajes en el móvil me dicen que mis hijos están bien y uno de ellos ya tiene cobertura en el móvil para que podamos hablar.
Una aplicación gratuita me permite comunicarme con ellos por video conferencia y puedo verles la cara mientras nos contamos las incidencias del día. Tecnología que invade nuestras vidas, puertas que se abren solas a nuestro paso, cámaras que  nos reconocen y huellas digitales para fichar la entrada al trabajo, semáforos que reconocen a un invidente y comienzan su melodía de aviso para que pase o no por aquel paso de peatones, coches que te avisan de la distancia que hay mientras aparcas, ascensores que indican un exceso de peso cuando están llenos, tarjetas de la Seguridad Social con todo tu historial medico y sin embargo, ya me habéis oído quejar en alguna ocasión de lo poco que ha avanzado la ortopedia en casos como el mío. Sigo usando el mismo estabilizador para caminar que hace 50 años, el ortopeda me decía: es que cuando vosotros los afectados por la "polio", desaparezcáis (Dios quiera que sea muy tarde por beneficio de ambos) este tipo de aparatos acabaran desapareciendo, mientras progresan los avances en piernas artificiales a causa de las bombas anti persona y los accidentes de trafico. ¡Que gracia!... Curiosamente uno llega a la triste conclusión de que los avances tecnológicos están siempre ligados a la guerra, de hecho el avance en comunicaciones y localización por satélite tiene su base en sistemas operativos militares, el desarrollo de nuevas tecnologías casi siempre y por regla general tiene como objetivo lograr una superioridad sobre el adversario posible o real, incluyendo el estudio del mapa genético cuya finalidad real y que se oculta con la pretensión de curar determinadas enfermedades, no es otra que la de lograr un guerrero superior, como buscaban los nazis alemanes hace ya años y mientras, uno tiene que ingeniárselas, rediseñando como puede artilugios ortopédicos vetustos y desfasados, pasando notas y bocetos a un entregado y hábil ortopeda que los acoge con curiosidad en principio y luego termina rematando con su experiencia lo que uno le propone. “Tecnología casera” que al menos a mí me sirve para poder seguir caminando y quizá, poner un granito de arena en esta necesidad olvidada y en vías de extinción.

jueves, 6 de febrero de 2014

Espejo...espejito mágico...

Dicen que levantarse con una sonrisa, ayuda a sobre llevar el día con mejor espíritu, quizá tengan razón. Por las mañanas cuando voy a afeitarme me pregunto ¿Cuando me hice yo esta foto de carné tan grande? Y acto seguido me digo ¡Que mayor estas tío!, pero aquí sigues dando guerra y dispuesto a comerte un nuevo día, luego salgo y me preparo un buen café cargado, de esos que ayudan a despertar hasta los muertos (toca madera) y me voy silbando a la calle en busca de mi coche y un nuevo dia. Para compartir esta sonrisa, cuelgo en el Facebook algo gracioso, que espero sirva a los que lo puedan ver, como me ha servido a mi, mirarme en el espejo esta mañana, pero a medida que van pasando las horas, la sonrisa mañanera va dejando paso a una cierta tristeza que aunque fácil de superar, siempre se hace patente ante esos dolores ya inevitables y la sensación de que cada día uno se maneja peor en eso de subir y bajar escaleras o caminar durante mucho rato. ¡Que se le va a hacer!, solo queda una solución improvisada, recordar alguna situación graciosa o ver la parte amable de la vida y de nuevo vuelve ese espíritu de la mañana y la sonrisa que uno pretende mantener a toda costa.¡Espejo...espejito mágico!... Como nunca me gustaron las gentes mal encaradas, serias de nacimiento, viejos de ánimo, huyo de ser como ellos y me río de mi mismo cuando no soy capaz de reírme del mundo absurdo que a veces me rodea y es que una sonrisa es capaz de levantar esa moral que espero nunca decaiga.
¿Que a que viene esto?, pues viene al cuento de que a diario veo gentes quejándose por motivos nimios, mal encarados permanentes que van por la vida con amargura sin motivo aparente, con una salud de hierro y quizá una vida desahogada que uno quisiera para si,incapaces de sonreír, incapaces de ver la parte amable de la vida que por el hecho de ser vivida ya es motivo suficiente para ser feliz y esbozar esa sonrisa ¿no os parece?, ¿será que no se afeitan y no se miran al espejo?.¡Espejo...espejito mágico!...

martes, 4 de febrero de 2014

Aquel viejo tren...

Renqueante en la cuestas, hacia resoplar sus chimeneas que formaban una cortina de negro humo, mientras arrastraba vagones cargados de gentes dispares en su interior. Lenta pero con constancia avanzaba hacia su destino con la mirada puesta en un horizonte plagado de bosques, montañas y túneles en los que el sonido de sus metálicas ruedas contra los raíles hacían retumbar un monótono traqueteo característico y machacón. No importaba el tiempo que durara el viaje, nadie parecía tener prisa y desde los grandes ventanales abatidos verticalmente, se dejaba salir el humo de los cigarrillos que algunos viajeros consumían en el pasillo mientras contemplaban un paisaje que lentamente se mostraba a través de ellos.
Revisores uniformados, con gorra de plato adornada con un cordón dorado, pasaban por cada uno de los apartados solicitando los billetes a los viajeros y picándolos con una tenaza, confirmado así su validez. Mil paradas en el camino, una por cada pueblo que tuviera estación, mantenían un movimiento de gentes en un subir y bajar constante mientras el resto verificaba la hora en cada reloj colgado verticalmente a las paredes del andén y pronunciaban en voz alta el nombre de la localidad escrito en grandes letras sobre las paredes de cada estación.
Era otra manera de viajar, quizá la única en aquellos vetustos vagones de madera, cuyo recuerdo quedó grabado en mi memoria, eran viajes a un Madrid casi de post guerra en los años cincuenta, viaje obligado todos los años para revisiones medicas en los que terminábamos hospedados en la Gran Vía, en el ya desparecido Hotel Niza. No hace mucho volví a aquella estación del Norte, hoy convertida en centro comercial e intercambiador del metro madrileño,(Príncipe Pío) su fachada casi sigue igual, pero todo ha cambiado, gentes aceleradas, van de un lado a otro siempre con prisas, siempre agobiadas, ya no hay aquel olor al carbón y las paredes aparecen relucientes ¡Claro!, ya ha pasado más de medio siglo, pero aún sigue en mi recuerdo aquel viejo tren, el tren en el que una vez al año hacia un largo viaje junto con mis padres, en busca de un remedio a mis males, que nunca llegó.