Era la primera vez que lo veía subido a un escenario, mi cámara no acertaba a encuadrarle con precisión, para dejar constancia de aquel evento y mis manos temblaban mientras pensaba en lo nervioso que debía estar en su estreno en las cosas del teatro.
Entre divertido y preocupado, aquella hora y cuarto se me paso volando, la ilusión de ver a mi hijo interpretando su papel en aquel auditorio, me llenó de orgullo a la vez que de un sentimiento alegre al ver que había buscado en estos quehaceres una manera de superar su miedo escénico a los exámenes orales en los que siempre sufría lo indecible. Fue una decisión acertada, que ilusiono a su madre y a su abuela que rieron y aplaudieron con todas sus ganas.
Muchas veces, uno debe buscar el remedio a miedos injustificados en cosas tan dispares como en una obra de teatro, en la lectura de algún libro o simplemente en la distracción de preocupaciones con algún entretenimiento que nos haga olvidar ese sentimiento de imposibilidad e impotencia ante algo. Simplemente hay que lanzarse, pensar que se puede, sentir como la fuerza de la voluntad, supera el miedo y los reparos. Luego, todo viene rodado, los problemas e impedimentos, desaparecen cuando uno lo intenta y al final acabas sorprendido por lo logrado.
Todo esfuerzo tiene su recompensa, aunque esta sea la simple satisfacción de lograr el objetivo. Muchas veces el simple reconocimiento ajeno, (que por desgracia casi nunca llega) vale mas que los premios, galardones, primas y emolumentos que indudablemente deberían acompañarlos si de trabajo se trata. Cuando la cuestión es superar o superarse a uno mismo ante complejos y limitaciones, solo, llegar al final es la máxima recompensa y se de lo que estoy hablando. Siempre me tocó pelearme conmigo mismo para derrotar miedos y perezas, para moverme en cualquier circunstancia sin que cuestas y escalones fueran obstáculo a mi inseguro caminar. Hoy que los años me lo ponen mas difícil, sigo pensando que no hay nada insuperable, que de una manera u otra uno tiene que llegar al final, a esa meta a la que se llega aunque uno no lo haga el primero ni bata ningún record.
Cada mañana inicio mi particular maratón, esa carrera de obstáculos que solo termina cuando al anochecer me voy a la cama con la satisfacción e haberle ganado un día mas a la vida…y mañana…de nuevo la batalla.
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