Ayer leía un artículo sobre la “inteligencia emocional”, ese tipo de actuación que lleva a conectar con los demás y a pacificar situaciones conflictivas, a sentir empatía o antipatía y a saber ponerse en el lugar de otro cuando peor se encuentra o más difícil es.
Según el artículo, nuestro cerebro esta divido en dos hemisferios bien definidos, (parte izquierda, que es la racional metódica estricta y la derecha donde gobiernan las emociones y sentimientos). En nuestra actividad diaria ambos hemisferios están en perfecta sincronía en cada una de las decisiones y actitudes que uno toma, pero en mi caso, desde hace unos días, noto que hay conflicto entre ambos. Por un lado, lo racional, metódico, regulado y exacto, choca con sentimientos unas veces de alegría y otras de contrariedad o tristeza, que no acaban de salir a flote liberándome de esta guerra interna.
Son muchos los años luchando por hacer bien las cosas, por conseguir terminar el día satisfecho de una labor (a veces callada y otras no tanto, a veces reconocida y otras… ¡Da lo mismo!)...que ha venido ocupándome durante los últimos años.
Se acercan cambios,como ya decía hace unos días, que siempre crean inquietud como cualquier cambio en nuestra vida. Lo rutinario, repetido, común y habitual, que daba seguridad y confianza, se rompe creando unas nuevas expectativas que se desean y a la vez hacen dar,diente con diente en una interminable devaneo entre el hemisferio izquierdo y el derecho, entre deseos y razón.
Ya he pasado en otras ocasiones por situaciones similares de las que no recordaba hasta ahora, esta lucha interna que el tiempo termina por hacer desaparecer desvaneciéndose en la brumas de la memoria.
Sin poder (y lo que es peor, sin saber como) desahogar inquietudes, termino por descubrirme en algunos momentos abstraído, distante, confuso, moviendo la cabeza de un lado a otro como tratando de echar fuera esas inquietudes que no tienen sentido, pues todo esta ya programado, medido y ajustado de tal manera que uno muy poco puede variar.
No se trata de aplicar la teoría de la fatalidad y el destino inmutable, ¡No existe ninguno de los dos!... (al menos yo me niego a creer que existan), si así llegara a pensar, habría terminado por creer que mi cojera era cosa del destino o fatalidad en las estadísticas (¡Me tocó la china! y ya está...), de igual manera, podría haberme tocado la lotería o haber nacido en África y ser uno de tantos que cruzan el estrecho jugándose la vida en busca de un mundo mejor.
Tampoco se trata de ser conformista y esperar pacientemente a que te caiga en la cabeza aquella escalera cuando pasas por debajo de ella. ¡El destino!... Diría algún atontao y yo añadiría…¡Que destino ni porras, no haber pasado por debajo leñe!
En fin, por lo que veo es una cuestión de “hemisferios derechos” y “hemisferios izquierdos”. ¿Derechas e izquierdas?...¿A que me suena a mi esto?...
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