Son tantas las veces que uno da con los huesos en tierra por caídas tontas que en ocasiones me entran ganas de hacer lo de aquel chiste que me contaron… Un hombre acaba de caer desde un tercer piso y la gente arremolinándose le pregunta ¿que ha pasado?... a lo que responde…¡No se yo acabo de llegar!...
Hay caídas tontas, que uno no llega nunca a explicarse por que ocurren ya que vas con todo el cuidado del mundo, otras son despistes por un suelo mojado o un obstáculo en la calzada, en el que entras con todo el garbo del mundo y acabas haciendo piruetas de trapecista y caídas que presientes y que son casi inevitables (las menos).
Mi experiencia es tal, que acostumbrado a las caídas (por suerte soy como los gatos) no me suelo hacer mas que algún rasguño en el peor de los casos, y no suelo darles importancia, pero los que me rodean se llevan unos sustos de “aupa”…
Siempre recuerdo, que trabajando hace años entré en la oficina recién fregada con todas mis energías y como era de prever acabé en el suelo, mis dos compañeras de trabajo, asustadas, por ser la primera caída que vieron acudieron prestas a socorrerme intentando levantarme y resbalando acabaron las dos en el suelo haciéndome compañía…mi reacción fue instintiva…¡Levantaros no me ayudéis!... ¿si entra alguien que van a pensar al vernos a los tres en el suelo?...luego…la costumbre de verme caer hizo que una ocasión, con la oficina llena de gente, llegué a caer estrepitosamente contra el mostrador causando un ruido estremecedor, la gente asustada preguntaba lo de siempre…¿ que ha pasado?... A lo que una de mis compañeras, quitando importancia al asunto, respondió sin levantar la vista de los papeles…¡Nada…el jefe, que se ha matado otra vez!...¿Maripaz, no podías haber preguntado si me hice daño?...Espero por raro que pueda parecer ,”seguir cayéndome muchos años”, será señal de que aún camino...
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