Eran otros tiempos, otras formas de vida en las que no existían las prisas para casi nada, en las que las manecillas del reloj marcaban las horas con lentitud, sin agobios, haciendo que la vida pareciera mas larga, pausada, tranquila.
Quizá, mis pocos años eran la causa, así como la falta de responsabilidades y obligaciones de aquel entonces que ahora parecen un juego, ralentizaban los días.
Los veranos se hacían largos y el curso escolar se alargaba interminablemente, las navidades de cada año duraban más que las actuales y entre una y otra, el año se dejaba sentir mas largo que los actuales.
Cuanta razón tenían mis mayores, cuanto mas años tienes mas corre el tiempo…Parece que fue ayer cuando en el año 81 comencé a trabajar en aquella vieja oficina de seguros, una sucursal vetusta en la que aún existían archivos en papel, la informática ni se había inventado, no había fax ni fotocopiadora y todo se anotaba a mano, los archivos, (armarios de metal), contenían cientos de carpetas ordenadas por números de póliza y había que alimentarlas a diario en una labor interminable y tediosa en la que terminabas por cortarte con algún folio o lleno de polvo de los viejos estantes de madera.
Una única línea de teléfono y cuatro terminales, servia para entablar una competición a la hora de descolgar las llamadas, aunque siempre, había alguien que se hacia el remolón, igual que cuando se tenía que montar a mano las pólizas en sobres de papel y preparar cientos de cartas ensobrándolas y pegándoles los sellos de correos para luego llevarlas hasta la oficina postal mas cercana. ¡Cuantas veces me toco acarrear con los paquetes!...
No me equivoco, si digo que en este oficio he llegado a hacer de todo (en ocasiones añado irónicamente: menos barrer y fregar la oficina y lo digo en voz baja por si acaso un día me ponen en las manos la fregona).
Hoy, todo aquello parece muy, muy lejano…comenzar un trabajo después de haber pasado años en la universidad, fue toda una aventura, como supongo lo será en la actualidad para mis hijos. Todo cambia de perspectiva, lo aprendido teóricamente en los libros, apenas tiene que ver con la realidad laboral, a lo sumo, aquellos sirvieron de entrenamiento para saber donde y cuando consultar, ya nada se aprende de memoria en el trabajo, como mucho se adquieren habilidades nuevas junto con la mecánica y procesos nuevos que terminan por convertirse con los años en actos reflejos y rutinarios a los que se añade la intuición y la experiencia que día a día se va adquiriendo tras tropezar no pocas veces.
Mi tiempo de luchar contra objetivos, siempre a la carrera de reunión en reunión, negociando y siempre aprendiendo, va llegando a su fin. Los años no perdonan y cuando uno mira atrás siente la satisfacción íntima de haber cumplido con el deber que en cada momento te imponen las circunstancias. Haber servido de algo y haber colaborado codo con codo con multitud de compañeros, hace que me sienta bien. No hay frustración ni desencanto, no hay tristeza ni rencores, pues si hubo momentos malos o difíciles, logre borrarlos de mi memoria para solo recordar que estuve ahí donde y cuando se me necesitó y que logre salir adelante a pesar de todas mis limitaciones… ¡Dios como ha pasado el tiempo!...De vez en cuando, hay que echar la mirada atrás, (hoy ha sido un día de esos) y no olvidar a los que me acompañaron en mi camino. Algunos ya no están, otros fueron arrancados prematuramente de esta vida, muchos se perdieron en la vorágine diaria y de ellos nunca jamás volví a saber, y mientras… el tic tac del reloj corre desbocado acelerando a cada instante su carrera…
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