Las calles tranquilas en las que apenas pasaban coches, calles en ocasiones, llenas de barros, carreteras rudimentarias en las que el asfalto competía con los baches y aceras desiguales por las que caminar suponía tener que ir mirando al suelo para no tropezar con algún adoquín levantado.
¡Cuánto ha cambiado el paisaje urbano!. Los edificios han crecido en altura y apenas se ven aquellas casas de planta baja, en las que una doble puerta de maderas ya gastadas, era decorada con alguna vieja herradura o un pomo artesano.
Solo alguna vieja fotografía, me trae aquellos tiempos ya perdidos en la memoria en los que pasear por una Salamanca de fríos inviernos, relajaba el espíritu del caminante.
Hoy el ruido de las sirenas de ambulancias camino de los hospitales, los motores de cientos de vehículos circulando, el bullicio de gentes aceleradas en sus compras o quehaceres diarios, ha terminado con aquel silencio y aquella paz que respiraba mi ciudad.
Tiempos modernos donde desprenderse del vehículo para dar un paseo, parece un lujo ya olvidado.
Prisas, ruido, empujones...todo parece acelerado como en una vieja película en la que el ritmo de una manivela plasmando imágenes, era mayor que el de la vida real.
Ahora, con todo el tiempo del mundo a mi disposición, busco el remanso de los jardines por los que correteando deje mi niñez, entretenimiento de jubilado, añorando a los viejos amigos con los que un día compartí juegos en este Campo San Francisco y que le tiempo se encargó de separarnos. Recordando horas felices al lado de la que hoy es mi mujer y con la que pase horas inolvidables haciendo planes de futuro, sentados frente la vieja fuente de la que aún, incansable, sigue manando aquella agua que refresca el ambiente.
Inconscientemente jugueteaba con mi móvil y de pronto mirando hacia las ventanas de la casa en la que me crié, se me ocurrió teclear el antiguo numero de teléfono 2949...( sin prefijo como era en aquel entonces), ¿Qué esperaba, Quizá la respuesta imposible de mi madre, de mi padre, quizá del abuelo?. Habría sido fantástico poder volver a hablar con ellos, contarles que la vida no me ha tratado mal y que tengo una gran familia con la que soy feliz. Que ya he llegado a una edad en la que la jubilación me da un respiro y puedo seguir luchando por los míos con plena libertad. Donde los planes de futuro ya no son a largo plazo, pero siguen existiendo objetivos por cumplir. Decirles, que les echo de menos, que hay momentos en los que sin saber como, sigo sintiendo su presencia y vivo cumpliendo sus enseñanzas y ejemplos...Un pitido repetido, me sacó del trance...Habria sido fabuloso volver a oír su voz...¡Quedaron tantas cosas por contar!...¡Quedó tanto por decir!...
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